En la Sierra Nevada de Santa Marta, las abejas están en el centro de un modelo de desarrollo rural inclusivo y orgánico.
Cada 20 de mayo, el mundo celebra el Día Mundial de las Abejas, una fecha que va mucho más allá del homenaje simbólico. Es un llamado a proteger a uno de los eslabones más importantes de la cadena alimentaria global: los polinizadores, en especial las abejas. Su rol en la conservación de la biodiversidad y la seguridad alimentaria es clave, pero también lo es su capacidad de generar oportunidades económicas sostenibles para comunidades rurales.
En la Sierra Nevada de Santa Marta, uno de los ecosistemas más ricos y frágiles de Colombia, las abejas están en el centro de un modelo de desarrollo rural inclusivo y orgánico. Gracias al apoyo financiero de la Unión Europea, asociaciones de apicultores como Apisierra, Agrosec y Cooagronevada están siendo fortalecidas con formación, herramientas, asesoría técnica y apoyo a sus emprendimientos productivos.
Futuro Orgánico e Inclusivo: una apuesta por el desarrollo con abejas
El proyecto Futuro Orgánico e Inclusivo (FOI), ejecutado por Red Ecolsierra y Acodea, ha transformado la forma en que se entiende y se practica la apicultura en esta región montañosa del norte colombiano. Financiado por la Unión Europea, esta iniciativa impulsa a 10 organizaciones productoras con una visión clara: consolidar una cadena de valor sostenible, resiliente y participativa en torno a la apicultura.
Con una inversión de hasta 50 millones de pesos para cada organización, el proyecto no solo dota a los apicultores con equipos e insumos modernos, sino que también promueve la incidencia en política pública para garantizar un futuro sólido al sector. En su tercer año de ejecución, ya ha impactado a más de 200 familias campesinas, y se proyecta que llegue a muchas más, dentro de las más de 500 familias apicultoras registradas en el Magdalena.
Una actividad rentable, ecológica y compatible con los cultivos tradicionales
La apicultura no solo es rentable, sino que se adapta perfectamente a los paisajes agrícolas de la Sierra Nevada. Según Richard Almanza, coordinador técnico de Red Ecolsierra, el trabajo con abejas es compatible con cultivos emblemáticos de la región como el café y el cacao. Esto permite que las familias campesinas puedan diversificar sus ingresos sin alterar sus prácticas tradicionales ni afectar negativamente el medio ambiente.
Además, Almanza resalta que esta actividad requiere poca mano de obra y se puede integrar fácilmente a otras labores del campo. “La apicultura incorpora a la familia en el negocio, sin depender de insumos químicos ni fertilizantes sintéticos, por eso es ideal para los sistemas agroecológicos”, afirma.
El impacto ambiental positivo de las abejas
La apicultura no solo produce miel, sino vida. Las abejas cumplen un rol vital en la polinización, proceso que facilita la reproducción de muchas especies vegetales. Según datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el 75% de los cultivos alimentarios del planeta dependen de este proceso, y las abejas son los polinizadores más eficientes.
Este servicio ecológico impacta directamente la biodiversidad vegetal y, por ende, la supervivencia de otras formas de vida como aves, insectos y mamíferos. Cuidar a las abejas, por tanto, es cuidar la vida misma, desde los ecosistemas hasta nuestra mesa.
Cifras que endulzan: duplicación de colmenas y aumento de la producción
Una de las grandes beneficiarias del proyecto FOI es la asociación Apisierra. Su representante legal, Yiribeth Vallejo, destaca que gracias al apoyo recibido podrán duplicar el número de colmenas, pasando de 70 a 140. Esta ampliación les permitirá cosechar más de 4.000 kilos de miel al año, además de diversificar sus productos con cera, propóleo y polen.
Este aumento en la capacidad productiva no solo significa mayor rentabilidad, sino también la posibilidad de consolidarse como proveedores confiables en el mercado local y nacional.

Un mercado en crecimiento con baja oferta nacional
Colombia tiene un bajo consumo per cápita de miel, con una media entre 77 y 83 gramos al año, muy por debajo del promedio mundial que se sitúa en los 220 gramos. Esta cifra revela una oportunidad de mercado enorme, más aún si se considera la creciente demanda por productos naturales y saludables.
A pesar de los obstáculos como la adulteración de productos que se comercializan como miel sin serlo, el país cuenta con condiciones óptimas: tierras fértiles, biodiversidad y climas favorables que pueden posicionar a Colombia como un actor relevante en el mercado apícola mundial.
La experiencia apícola: educación ambiental y comunicación responsable
Con el objetivo de generar conciencia ambiental y fortalecer los vínculos entre el territorio y los medios de comunicación, el proyecto Futuro Orgánico e Inclusivo organizó una Experiencia Apícola para periodistas de Santa Marta. Este espacio permitió a los comunicadores conocer de cerca el trabajo en los apiarios, valorar la importancia de las abejas y convertirse en multiplicadores de mensajes responsables en torno a la sostenibilidad.
Incidencia en política pública: una cadena productiva con voz propia
Uno de los objetivos estratégicos del proyecto FOI es impulsar la consolidación de la cadena productiva apícola en el departamento del Magdalena, con participación activa de todos los actores: desde pequeños productores hasta autoridades locales. Esta articulación busca garantizar el acceso a recursos estatales, el diseño de políticas diferenciadas para el sector y la creación de un entorno propicio para su desarrollo a largo plazo.
Un modelo replicable para un futuro sostenible
La experiencia de apicultura en la Sierra Nevada de Santa Marta, impulsada por la Unión Europea, representa un modelo de desarrollo sostenible e inclusivo que puede replicarse en otras regiones del país y del continente.
La integración entre el conocimiento tradicional, la asistencia técnica, el enfoque agroecológico y la protección de los ecosistemas crea un círculo virtuoso en el que todos ganan: las abejas, el medio ambiente, las comunidades rurales y la economía local.
En un mundo donde las abejas están en riesgo por el cambio climático, el uso de agroquímicos y la pérdida de hábitat, iniciativas como Futuro Orgánico e Inclusivo nos muestran que es posible proteger la vida, generar ingresos y construir un futuro más justo desde la miel y el zumbido de las colmenas.
VER: Sin abejas no hay vida, cuidemos de ellas: Juan Ramírez apicultor samario