Una fiesta deportiva devuelve la esperanza a los barrios y enciende el orgullo de ser samario con los Juegos Comunitarios.
Santa Marta ha decidido apostarle a lo esencial: volver a unir a su gente desde lo más puro, el juego. Y no cualquier juego, sino uno con memoria, con alma y con historia. El lanzamiento de los Juegos Comunitarios y Comunales 2025 no es un evento deportivo, es una declaración de principios.
Durante años, las canchas de los barrios fueron templos olvidados. Lugares donde alguna vez los goles, los triples y las voleas eran el lenguaje común entre generaciones. Hoy, con más de 196 equipos inscritos, esas mismas canchas renacen como espacios de convivencia, de identidad y de encuentro. Porque en Santa Marta, jugar no es solo ganar; es reconocerse en el otro, es recordar quiénes somos y hacia dónde queremos ir.
La apertura, celebrada en la cancha del barrio Galicia ante más de tres mil asistentes, fue una postal de lo que está por venir. El encendido del pebetero por parte de Didí Alex Valderrama Pinedo no solo marcó el inicio de las competencias; encendió también una emoción colectiva que tenía años dormida. Su figura es símbolo de una generación que entiende el deporte como legado, y que hoy sirve de puente para las nuevas generaciones.
El impacto es inmediato y tangible: niños con uniforme nuevo, adultos mayores emocionados en las gradas, comerciantes vendiendo en las esquinas, artistas callejeros animando las pausas del partido. Todo eso en un mismo lugar. Todo eso gracias a una simple pero poderosa decisión: volver a creer en el poder de jugar juntos.
Deporte como esperanza y motor social
Detrás de cada balón entregado, de cada uniforme repartido, hay una visión más grande. No se trata solo de competir, se trata de dignificar. La dotación deportiva otorgada a todos los equipos inscritos es una muestra clara de que la administración del alcalde Carlos Pinedo Cuello no ve en el deporte un accesorio, sino un derecho. Un derecho que, cuando se garantiza, produce efectos que van mucho más allá de lo físico.
En barrios donde la cotidianidad puede estar marcada por la precariedad o la desconfianza, el deporte funciona como un pegamento social. Los Juegos Comunitarios llegan entonces como una estrategia de inclusión, de construcción de ciudadanía. Cada cancha que vuelve a llenarse es un rincón que se recupera para la vida. Cada partido es una excusa para que vecinos que no se hablaban vuelvan a estrecharse la mano.
Además, este evento descentralizado permite que el dinamismo se traslade de un punto a otro de la ciudad. No habrá un único escenario privilegiado: todos los barrios serán sede en algún momento. Eso significa que el comercio local se activa, que la cultura barrial se muestra, que los niños ven a sus padres volver a animar desde la grada. Es una ciudad celebrándose a sí misma desde la base.
Y es que en un país donde el deporte ha sido tantas veces el único antídoto contra la desesperanza, ver a una ciudad planear con tanta claridad una política pública de integración social a través del deporte, es motivo de celebración. Porque aquí no hay fórmulas mágicas, pero sí certezas que valen oro: cuando se le da protagonismo al barrio, se recupera el alma del pueblo.
Juegos Comunitarios: Más allá del marcador está el verdadero triunfo
El alcalde Pinedo lo dijo sin rodeos: esta es la recuperación de la esperanza, y no se equivocó, lo que está pasando en Santa Marta con estos Juegos Comunitarios es un fenómeno que va más allá del deporte. Es el renacer de una identidad colectiva, porque los barrios no son solo territorios, son comunidades vivas que necesitan verse reflejadas en decisiones que los dignifiquen.
Este evento es también una lección para otras ciudades. En un momento donde muchas administraciones se concentran en grandes obras de cemento o megaproyectos lejanos a la gente, Santa Marta decidió ir al corazón del problema: recuperar los espacios de encuentro. Con música, con cultura, con competencia sana, pero sobre todo, con sentido de pertenencia.
Que los barrios sean protagonistas es un acto político en sí mismo. Es reconocer que el desarrollo no se construye solo desde las avenidas principales, sino desde las esquinas donde los niños todavía juegan con arcos hechos de piedra. Y esos niños, gracias a estos juegos, ahora pueden soñar con representar a su comunidad, con ser parte de algo más grande.
La memoria barrial se activa cuando los partidos recuerdan los clásicos de antes, cuando las camisetas recuperan los colores de antaño, cuando los nombres de equipos traen a la conversación historias familiares. Esa es la magia de este tipo de eventos: no solo miran al futuro, también revalorizan el pasado.
Además, el homenaje a Didí Valderrama no es un detalle menor. Es una manera de decirle a la ciudad: valoramos a los nuestros. Lo que hizo este ídolo samario en su carrera deportiva hoy se traduce en inspiración pura para cientos de niños que lo vieron encender el fuego de los juegos. Y en tiempos donde sobran los referentes vacíos, tener un modelo real, cercano, con historia y con calle, es una bendición.
En conclusión, los Juegos Comunitarios y Comunales 2025 son mucho más que un evento. Son un símbolo del cambio de paradigma en la forma de gobernar. Una apuesta por el nosotros, por lo colectivo, por la emoción compartida. Una ciudad que decide invertir en sus barrios, en sus jóvenes, en sus tradiciones y en su futuro, siempre va a ser una ciudad que da de qué hablar.
Santa Marta no solo organizó unos juegos, organizó un acto de fe. Porque al final, eso es lo que nos une: la certeza de que cuando la pelota rueda, el alma de los barrios vuelve a vibrar. Y esa, sin duda, es la mejor jugada que se ha hecho en mucho tiempo.