Madrid y Montería renuevan sus ríos, al mismo tiempo que en Santa Marta el río Manzanares muere de abandono, basura y desidia.
En pleno 2025, el río Manzanares de Santa Marta sigue siendo una herida abierta en el corazón urbano. Lo atraviesan la indiferencia, la desidia y una profunda desconexión con el territorio. Cada invierno lo recuerdan, cuando la lluvia baja por la Sierra Nevada y el cauce arrastra toneladas de residuos hacia la bahía. Luego lo olvidan. Lo tapan con promesas huecas, pero el Manzanares —ese símbolo de lo que fue y de lo que podría ser— sigue esperando voluntad política y acción pública sostenida.
Mientras tanto, en Madrid, España, el mismo nombre se asocia hoy con uno de los proyectos de renaturalización urbana más exitosos de Europa. El Manzanares madrileño fue intervenido para devolverle su cauce natural, eliminar estructuras de concreto, reactivar humedales y recuperar biodiversidad. Pero más allá del paisaje, lo que se logró fue una reconexión emocional y funcional entre la ciudad y su río. Lo que en Santa Marta sería visto como un imposible, allá fue una apuesta decidida por la sostenibilidad.
Y si el ejemplo parece lejano, basta mirar Montería. Con su Ronda del Sinú transformaron no solo el entorno fluvial, sino también la vida urbana. Integraron espacio público, redujeron riesgos de inundación, aumentaron el turismo y mejoraron la calidad de vida. Lo lograron porque entendieron que cuidar el río no es una obra de ornato, sino una política pública integral.
En cambio, aquí, el Manzanares sigue atrapado entre escombros y tugurios levantados dentro de su ronda hídrica. Ni el POT aprobado en 2023 ha sido aplicado con contundencia. La Ley 388 de 1997 lo permite todo: expropiación, adquisición forzosa, reasentamiento. Pero si no hay voluntad política, el marco legal se queda en letra muerta. Es urgente usar estas herramientas para recuperar los tramos más vulnerables del Manzanares, donde hoy hay cientos de familias en riesgo y un ecosistema completamente degradado.
Las cifras duelen. Según informes recientes del Departamento Administrativo de Sostenibilidad Ambiental y el Instituto de Investigaciones Marinas y Costeras ‘José Benito Vives de Andréis’, más del 60 % del cauce urbano del Manzanares presenta contaminación crítica. Se identifican 28 vertimientos ilegales a lo largo de su recorrido. Y mientras el río agoniza, el turismo crece y vende postales que esconden esta tragedia ambiental y social.
No se puede seguir normalizando este nivel de abandono. Recuperar el Manzanares no es un lujo: es una necesidad estratégica, ambiental, humana y económica. Santa Marta no puede construir su futuro sobre aguas negras.
Necesitamos una decisión firme. Un pacto por el Manzanares, donde los gobiernos, la ciudadanía y los sectores productivos se comprometan a restaurar lo que durante décadas dejamos caer. El Manzanares debe dejar de ser un vertedero para convertirse en columna vertebral de la ciudad. Si otras ciudades lo lograron, ¿por qué Santa Marta no?
El tiempo se agota y la historia no perdona. En los próximos 500 años, Santa Marta será lo que haga con su río Manzanares.