Santa Marta recibió 155 mm de lluvia en solo tres horas. La emergencia dejó barrios enteros bajo el agua. Esto es lo que realmente pasó.
En Santa Marta ya no basta con decir que “llovió fuerte”. Lo del domingo 3 de agosto fue un fenómeno extremo: cayeron 155 milímetros de lluvia en apenas tres horas, el equivalente a todo lo que normalmente llueve en un mes. El resultado: más de 40 barrios afectados, cientos de viviendas anegadas y familias que, una vez más, vieron cómo el agua lo arrasaba todo.
Pero ¿por qué se repite este escenario una y otra vez? ¿Fue culpa de la lluvia, o hay algo más profundo que la ciudad sigue ignorando?
El clima golpeó duro, pero no fue sorpresa
Según los reportes de la Oficina para la Gestión del Riesgo y Cambio Climático (Ogricc), la intensidad del aguacero estuvo entre las más altas registradas en los últimos años. Aunque parezca extraordinario, los técnicos advierten que esto no fue imprevisible: estamos en temporada de lluvias, bajo la influencia de un fenómeno La Niña residual que aún deja secuelas.
Además, la cercanía de la Sierra Nevada produce condiciones ideales para lluvias convectivas potentes. El aire húmedo del Caribe asciende, se condensa al chocar contra la montaña y se precipita con fuerza en las laderas que desembocan en Santa Marta.
“Es una combinación peligrosa: humedad, calor, montaña y mar”, explica Ideam. Lo grave es que, según los pronósticos, estas lluvias intensas seguirán repitiéndose cada vez con más frecuencia debido al cambio climático.
El agua no encuentra por dónde salir
El problema de fondo es que Santa Marta no tiene cómo evacuar tanta agua en tan poco tiempo. Las lluvias no solo caen, sino que bajan desde la Sierra a través de microcuencas y río como el Manzanares y Gaira. Esos cauces terminan saturados porque el agua no solo llega desde el cielo, sino desde las laderas.
La ciudad tiene un sistema de alcantarillado diseñado para aguas residuales, no para lluvias. Muchas zonas no cuentan con drenajes pluviales independientes, lo que significa que cuando llueve así, el sistema colapsa. A eso se suma el taponamiento por basura, arena, hojas o desechos acumulados.
En barrios como El Pando, Gaira, Curinca, Luz del Mundo y La Lucha, las familias vieron cómo el agua entró sin aviso, arrastrando camas, estufas, ropa y todo lo que encontraron a su paso. En algunos sectores, el nivel del agua superó el metro de altura, dejando a decenas de personas atrapadas sin poder evacuar a tiempo.
La Alcaldía, que había declarado la calamidad pública desde abril, activó todos los protocolos de atención con bomberos, Defensa Civil, Policía y el equipo de Gestión del Riesgo. Se entregaron ayudas de emergencia, se iniciaron censos y se convocó a una reunión extraordinaria del Consejo Municipal de Gestión del Riesgo.
¿Y si el problema es también la forma en que construimos?
A la falta de infraestructura se suma otro factor: el crecimiento urbano sin control. Muchos de los barrios más afectados están ubicados en zonas tradicionalmente inundables o sin planificación técnica. Las urbanizaciones se levantan cerca de cauces naturales, sobre quebradas o en áreas bajas donde el agua, inevitablemente, se acumula.
Curinca, por ejemplo, es una zona que ha crecido de forma acelerada en los últimos años, pero sus canales pluviales siguen siendo mínimos. En El Pando y Gaira, barrios antiguos, las calles se convierten en ríos por falta de pendientes adecuadas. En Luz del Mundo y La Lucha, muchos hogares están sobre suelos sin compactación, propensos a filtraciones.
Y mientras tanto, la ciudad sigue expandiéndose sin que se modernice el sistema de drenaje ni se aplique un verdadero ordenamiento territorial. Urbanizar sin mirar la topografía o los riesgos hídricos es construir sobre agua.
¿Es posible evitar que esto se repita?
Evitar que llueva así, no. Pero evitar que la ciudad colapse cada vez que llueve, sí. Los expertos insisten en que se necesitan inversiones serias en infraestructura pluvial, restauración de cuencas, limpieza frecuente de canales y un cambio urgente en cómo se aprueban nuevas construcciones.
Además, es clave que la ciudadanía se involucre: la basura que se lanza a las calles termina en las alcantarillas. Y el desconocimiento de los riesgos hace que muchas familias construyan en sitios donde, tarde o temprano, el agua pasa factura.
Lo del domingo no fue solo un evento climático, fue un reflejo del abandono urbano. Y si no se toman decisiones pronto, la pregunta no será “¿por qué pasó esto?”, sino “cuándo volverá a pasar”.
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