El alcalde Carlos Pinedo denuncia lo que llama el “cartel de las válvulas”. Un plan oscuro que estaría saboteando el alcantarillado en Santa Marta.
Santa Marta, una ciudad que camina con dificultad hacia su aniversario 500, se enfrenta hoy a un nuevo enemigo interno. No se trata de una catástrofe natural ni de una simple falla técnica, sino de una estructura deliberada y perversa que ha sido denunciada por el propio alcalde Carlos Pinedo Cuello. Lo ha llamado, sin titubeos, el “cartel de las válvulas”.
Este grupo, que estaría integrado por trabajadores de la misma Essmar, empresa responsable del servicio de alcantarillado, se dedicaría a manipular intencionalmente las válvulas que regulan el flujo de las aguas residuales. El objetivo sería generar rebosamientos en puntos estratégicos de la ciudad para crear caos, malestar ciudadano y deteriorar la imagen de la administración actual.
La gravedad de esta denuncia obliga a un análisis profundo. Lo que plantea el alcalde no es una teoría conspirativa más. Es un diagnóstico frontal sobre un mal que no solo atenta contra su gobierno, sino que castiga a todos los ciudadanos, sin distinción.
Los rebosamientos no han sido ocasionales. Se repiten en lugares como Pescaíto, Líbano 2000, la Avenida del Libertador, la Carrera 19 y dos vías claves: la Avenida Santa Rita y la Avenida El Fundador. Calles por donde transita el corazón económico y social de la ciudad y lo más alarmante: los eventos ocurren incluso en días sin lluvia, lo cual descarta el argumento de fallas naturales del sistema.
Esta operación orquestada parece tener un fin político, de desgaste institucional. Pero su ejecución no solo perjudica al mandatario de turno. Quien pierde es la gente, pierde la madre cabeza de hogar que vive al lado de una alcantarilla podrida. pierde el comerciante que ve entrar aguas negras a su loca, pierde el turista que ve una ciudad enferma, pierde Santa Marta; pero también pierde una sociedad.
¿Quién gana con el cartel de las válvulas?
Si los hechos se confirman, el cartel de las válvulas sería una maquinaria de sabotaje estructurado. Gente que, a cambio de favores o instrucciones ocultas, abre y cierra válvulas como quien acciona un detonador. Cada rebosamiento es un atentado a la salud pública, cada olor nauseabundo es un golpe directo a la dignidad humana.
¿Quién se beneficia con una Santa Marta sucia y caótica? ¿Quién gana cuando se multiplican las quejas en redes sociales por aguas negras en las calles? Solo una fuerza oscura y cobarde que ve en el colapso una oportunidad para hacer política sucia. El sabotaje como herramienta de poder es la forma más baja de oposición.
Pinedo, no ha dudado en señalar con nombre propio al grupo como “un cartel”. Esa palabra no se usa a la ligera. Implica estructura, jerarquía, intencionalidad. Habla de una red articulada, no de actos aislados de negligencia. Este no es el simple descuido de un operario, pues no, es un plan macabro y perfecto.
Y si hay un plan, debe haber responsables. El alcalde ha elevado su voz ante la Personería, la Procuraduría y la Contraloría, pero también ha convocado a la ciudadanía, al ojo vigilante del samario común. Es una forma de decir: esto no se resuelve solo desde la oficina. Se necesita vigilancia popular, denuncia oportuna y una ciudad despierta.
Pinedo ha sido claro: esta guerra no es contra su administración, es contra la ciudad. Los saboteadores no están tumbando una alcaldía, están hundiendo a Santa Marta en aguas contaminadas. Las consecuencias de este juego sucio no se quedan en el terreno simbólico. La salud pública, el turismo, la economía local, el ánimo ciudadano, todo está en riesgo.
Santa Marta 500 Más, pero ¿con qué rostro?
En medio de esta crisis, el alcalde ha reiterado su compromiso con el saneamiento básico. Desde el primer día, asegura, se han adelantado gestiones ante el Gobierno Nacional y entidades como el Banco de Desarrollo de América Latina y el Caribe. Porque sin alcantarillado funcional, no hay desarrollo posible.
El Plan de Desarrollo “Santa Marta 500 Más” tiene como uno de sus ejes resolver estructuralmente el drama del alcantarillado. Pero ¿cómo avanzar cuando desde adentro algunos intentan dinamitar el esfuerzo? Es como construir una casa mientras otros quitan los ladrillos por la noche.
Esta guerra silenciosa, que se libra en las entrañas del subsuelo, está mostrando los límites de una ciudad que debe decidir si avanza o sigue atrapada en viejas mañas.
A cinco siglos de su fundación, Santa Marta merece un destino más digno. No se puede conmemorar un aniversario entre aguas pestilentes y juegos de poder rastreros. Por eso, esta denuncia no puede quedar en el aire. Los entes de control deben actuar con prontitud. No basta con abrir una investigación simbólica. Hay que llegar hasta el fondo.
El mensaje es claro: si hay un cartel de válvulas, debe ser desmontado con todo el peso de la ley. Y si hay funcionarios públicos involucrados, deben ser sancionados sin contemplaciones. No puede haber contemplaciones para quienes sabotean el bienestar colectivo.
Esta es la hora de que Santa Marta diga basta. Basta a los saboteos disfrazados de protesta. Basta a los juegos sucios contra el progreso. Basta a las manos ocultas que manipulan válvulas como si manipularan la dignidad de toda una ciudad.
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