Desde el icónico barrio Pescaíto de Santa Marta, cuna de leyendas, surgió Jorge Bolaño, un volante de clase mundial que brilló en el Junior, en Europa y en la Selección Colombia. Hijo, hermano y padre de una familia futbolera.
Gracias a su buen trato con la pelota, su gran inteligencia en la cancha y un despliegue físico que desbordaba entrega, Jorge Eliecer Bolaño Correa , más conocido como Bolañito, se ganó un lugar en la historia del fútbol colombiano. No solo por lo que hacía dentro del campo, sino por la forma silenciosa, leal y respetuosa con la que siempre vivió este deporte.
Falleció a los 47 años , justo cuando el Junior de Barranquilla celebraba una victoria en casa por la Liga, justo en el estadio Metropolitano, que alguna vez fue su hogar, vibraba de emoción mientras una noticia silenciosa comenzaba a recorrer los pasillos del fútbol colombiano. Minutos después del pitazo final, el júbilo se convirtió en dolor. Bolañito había muerto.
Nunca jugó en su tierra, pero representó a todos
Bolaño nació en Santa Marta , ciudad que respira fútbol por los poros, pero nunca jugó en el Unión Magdalena , el equipo de su tierra. Su camino tomó otra ruta. Comenzó en Junior de Barranquilla , donde pronto demostró que era más que un volante fuerte: era un futbolista con visión, temple y sentido del juego. Esa combinación lo llevó a la Selección Colombia , donde representó al país en múltiples partidos, incluyendo la Copa América de 1997 y el Mundial de Francia 1998 .
Era parte de una familia hecha para el fútbol. Su padre también era futbolista profesional, lo mismo que su hermano. En casa se hablaba con propiedad del juego, pero nunca con arrogancia. Bolañito creció en ese entorno, pero siguió su propio camino. Con humildad, sacrificio y un carácter sereno, fue subiendo peldaños hasta alcanzar lo más alto.
A finales de los 90, dio el salto a Europa. Y no a cualquier liga: a la Serie A italiana , en un momento en que esa competencia era considerada la más dura del mundo. Jugó para el Parma , club que entonces brillaba con nombres como Thuram, Crespo, Verón y Buffon. Bolaño no era la estrella mediática, pero sí era uno de los pilares silenciosos. De esos que hacen que los demás funcionen.
Su carrera en Italia también incluyó pasos por Sampdoria , Lecce y Modena . En todos dejó huella como un profesional respetado, trabajador, de esos que entienden el juego desde la responsabilidad. En 2008 regresó a Colombia para retirarse en el Cúcuta Deportivo .
La despedida de Buffon y el eco en las redes
El fallecimiento de Jorge Bolaño dejó un vacío que no tardó en sentirse en todos los rincones del fútbol. Desde Santa Marta hasta Parma, las redes sociales se llenaron de mensajes de despedida, recuerdos y homenajes. Uno de los más sentidos vino de Gianluigi Buffon , leyenda del fútbol mundial y excompañero suyo en el Parma.
«Adiós amigo Jorge , siempre recordaré tu fuerza silenciosa, tu sonrisa sincera y tu lealtad en el campo. Descansa en paz», escribió Buffon en sus redes, junto a una foto antigua en la que ambos aparecen celebrando un gol.
Las palabras del portero italiano conmovieron al mundo del fútbol. No es común que una figura de esa talla se pronuncie con tanta cercanía. Pero Bolaño no era ningún compañero. Era el tipo de jugador que un vestuario valora sin necesidad de reflectores.
En Colombia, clubes como Junior, Cúcuta, y por supuesto, la Federación Colombiana de Fútbol , también lamentaron su partida. La FCF lo recordó como un “volante con entrega y jerarquía”, mientras que exjugadores como Iván René Valenciano, Carlos Pibe Valderrama, y más recientemente Carlos Valdés, lo han reconocido como uno de los grandes volantes de recuperación que ha tenido el país.
Un legado caribe, samario y universal
La historia de Jorge Bolaño es la de muchos futbolistas del Caribe: niños que juegan descalzos en una cancha de tierra, que sueñan con viajar por el mundo y vestir la camiseta de la Selección. Pero pocos lo logran con la integridad y profesionalismo con los que él lo hizo.
Aunque no jugó para el equipo de su tierra, su corazón siempre fue samario. Llegó a Santa Marta en cada paso, hablaba con orgullo de sus raíces, de su familia futbolera, de su ciudad costera donde todo comenzaba. Fue un embajador del Caribe, dentro y fuera del país.
En Italia, los hinchas del Parma lo recuerdan como un «motor silencioso», y en Barranquilla, aún lo nombran con respeto en los alrededores del Metropolitano. Ese mismo estadio donde este 6 de abril miles celebraban sin saber que uno de sus ídolos se despedía para siempre.
Jorge Bolaño se fue a los 47 años , pero deja un legado limpio, lleno de respeto y fútbol bien jugado. Su nombre estará siempre ligado a una época dorada, a un estilo de juego noble ya una vida ejemplar dentro y fuera de la cancha.
Hoy, el balón rueda con tristeza, pero también con gratitud. Porque Bolañito existió, jugó, brilló… y dejó huella.
VER: Futbolistas magdalenenses defienden la camiseta de las selecciones Colombia