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El miedo se apodera del fútbol: jugadores del Unión Magdalena temen por sus vidas

por Álvaro Quintana Mendoza
Amenazas, invasión de hinchas y violencia en Santa Marta dejan a los jugadores del Unión Magdalena entre el miedo y la obligación de jugar.

Amenazas, invasión de hinchas y violencia en Santa Marta dejan a los jugadores del Unión Magdalena entre el miedo y la obligación de jugar.

Lo que ocurrió el pasado domingo en el estadio Sierra Nevada de Santa Marta sobrepasó todos los límites del fanatismo. Durante el partido entre Unión Magdalena y Once Caldas, hinchas del equipo local invadieron el terreno de juego al minuto 80, frustrados por el resultado adverso.

El marcador iba 0-1, una derrota más en una temporada para el olvido. Lo que debía ser una jornada deportiva terminó en un acto de violencia con consecuencias que siguen saliendo a la luz: agresiones al cuerpo técnico visitante, recogebolas atemorizados, suspensión del partido y, lo más grave, jugadores que hoy temen por sus vidas.

Uno de los primeros en alzar la voz fue Jannenson Sarmiento, volante del Unión Magdalena, quien relató con preocupación cómo la violencia se ha convertido en una sombra que los persigue dentro y fuera de la cancha.

El futbolista denunció que no solo recibe amenazas en redes sociales, sino que también teme salir a la calle con su familia. “No se puede salir a la esquina, ni con tu novia, padres o a pasear a tu perrito”, dijo con angustia, revelando que hoy jugar un partido significa exponerse a agresiones físicas y verbales.

No es una simple molestia por perder. Es un ambiente de persecución. Y el miedo no termina con el pitazo final.

Una bomba social que la Dimayor no sabe desactivar

Las imágenes del pasado domingo mostraron a un grupo de hinchas corriendo por el césped del Sierra Nevada mientras la Policía intentaba controlar la situación. El árbitro no tuvo otra opción que suspender el juego por falta de garantías.

El técnico del Once Caldas, Hernán Darío Herrera, fue agredido y varios miembros del cuerpo técnico visitante salieron del estadio con temor. La Dimayor emitió un comunicado repudiando los hechos y anunciando una investigación, pero eso no es suficiente para quienes, como Sarmiento, tienen que salir a entrenar y jugar en medio del terror.

El Unión Magdalena ha sido escenario de múltiples episodios de violencia en lo que va del año. En enero, hinchas atacaron el bus de Millonarios cuando llegaba al mismo estadio. El arquero Iván Arboleda terminó lesionado y el partido fue suspendido.

En marzo, otro grupo de fanáticos invadió el campo tras un empate ante Boyacá Chicó. La historia se repite con diferentes protagonistas, pero con el mismo libreto: frustración, invasión, amenazas y miedo.

Y mientras tanto, los jugadores tienen que seguir. Muchos de ellos, como Sarmiento, no ganan millones. Son padres de familia, jóvenes con sueños, profesionales que hoy se ven obligados a elegir entre su seguridad y su carrera. Jugar con miedo no solo pone en riesgo su rendimiento deportivo, sino que también afecta su estabilidad emocional y la de sus seres queridos. ¿Qué tipo de espectáculo se puede esperar cuando el jugador salta a la cancha pensando si regresará sano a su casa?

Fanatismo que se convierte en amenaza

Lo que vive hoy el Unión Magdalena no es un hecho aislado. Es el reflejo de una cultura del fanatismo que se ha salido de control en Colombia. La pasión por el fútbol, que debería unir, se ha convertido en excusa para justificar amenazas, agresiones e incluso atentados. Lo más preocupante es que, a pesar de los constantes hechos de violencia, no se ven acciones contundentes por parte de las autoridades deportivas ni gubernamentales.

El fútbol no puede seguir naturalizando estas situaciones. La presión por los malos resultados no puede ser usada como justificación para poner en riesgo la vida de quienes trabajan en este deporte. Un mal torneo no debería terminar con jugadores encerrados en sus casas, equipos jugando a puerta cerrada o técnicos agredidos públicamente. Se ha perdido el respeto, y lo más grave, se ha perdido el límite.

Unión Magdalena necesita garantías

Jannenson Sarmiento ha puesto voz a una realidad que muchos callan por miedo a represalias o por miedo a ser considerados poco comprometidos. Su denuncia no solo es valiente, sino urgente. No se trata de proteger a un club, se trata de proteger a personas. Si un futbolista no puede caminar tranquilo por su ciudad, si su familia vive en zozobra por su profesión, si entrenar significa exponerse al odio y la violencia, entonces el fútbol ha fracasado como espacio de convivencia.

Es hora de hablar con claridad: el Unión Magdalena no necesita solo goles, necesita garantías para sus jugadores. La Dimayor debe ir más allá de los comunicados tibios y aplicar sanciones ejemplares. Las autoridades locales y nacionales deben garantizar el orden dentro y fuera de los estadios. Y los hinchas, esos que dicen amar al club, deben preguntarse si ese amor justifica sembrar el terror. El fútbol es pasión, sí. Pero no puede ser una amenaza de muerte.

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