La IV Cumbre CELAC-UE convertirá a Santa Marta en el centro diplomático del continente, aunque las ausencias de varios mandatarios latinoamericanos, presionados por el entorno de Donald Trump, dejan en evidencia las tensiones geopolíticas y los intereses económicos detrás del evento.
La Cumbre CELAC-UE que se celebrará en Santa Marta este 9 y 10 de noviembre no solo pondrá a prueba la capacidad logística de la ciudad, sino también el liderazgo político de Gustavo Petro en la región. El mandatario colombiano, en su papel de presidente pro tempore de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, apostó por realizar el encuentro en territorio samario como vitrina de diplomacia regional, pero la realidad política global ha rebajado las expectativas.
Varios jefes de Estado de América Latina optaron por no asistir, en gran parte debido a la presión del expresidente estadounidense Donald Trump, quien busca recuperar influencia sobre algunos gobiernos del hemisferio. Las ausencias más notorias son las de Javier Milei (Argentina), Nayib Bukele (El Salvador) y Daniel Noboa (Ecuador), tres mandatarios que en los últimos meses se han alineado con posturas cercanas a Washington. La decisión, según fuentes diplomáticas, responde al temor de tensar relaciones con sectores políticos y financieros vinculados al trumpismo, especialmente en un contexto electoral estadounidense.
En contraste, la confirmación de Luiz Inácio Lula da Silva (Brasil) y la presencia de António Costa, presidente del Consejo Europeo, salvan en parte la dimensión simbólica del encuentro. Ambos asistirán junto a representantes de más de 50 países, aunque la lista final de jefes de Estado será más corta de lo que la Cancillería colombiana había proyectado. La delegación europea, por su parte, ha reducido su número por ajustes presupuestales, lo que también ha afectado la magnitud del evento.
A nivel interno, el encuentro ha implicado un movimiento económico considerable para Santa Marta. Según proyecciones del Ministerio de Comercio, la organización generará un impacto directo superior a los 40 mil millones de pesos, entre ocupación hotelera, transporte, adecuación de espacios, seguridad y servicios logísticos. Los hoteles del Rodadero y el centro histórico ya reportan una ocupación del 80 %, y se han contratado más de 3.000 personas para la operación técnica del evento. Las obras de embellecimiento urbano y reforzamiento de la infraestructura aeroportuaria también se aceleraron durante los últimos tres meses, con recursos adicionales del Gobierno Nacional.
El evento es, sin duda, la mayor operación logística internacional que haya recibido Santa Marta. La organización implica el despliegue de 8.000 efectivos de la Fuerza Pública, sistemas de control aéreo y marítimo reforzados, 1.200 vehículos de transporte oficial y un centro de comunicaciones en tiempo real entre la Cancillería, la Policía y la Alcaldía. Pese a las quejas de algunos sectores locales por las restricciones de movilidad y cierres viales, la expectativa comercial es alta: se estima que la economía de la ciudad podría experimentar un incremento temporal del 20% durante la semana del evento.
El impacto mediático también es considerable. En los próximos días, más de 600 periodistas internacionales acreditados cubrirán la cumbre, lo que garantiza una exposición sin precedentes para la ciudad y para el presidente Petro. Sin embargo, la narrativa global podría centrarse menos en los acuerdos entre Europa y América Latina y más en las ausencias que marcarán el evento. Las tensiones internas dentro del bloque europeo —especialmente por la guerra en Ucrania y las relaciones con Venezuela y Cuba— también restan margen a los comunicados conjuntos.
En el plano político, la apuesta de Petro es doble: consolidar una imagen de liderazgo regional y proyectar a Colombia como un país capaz de organizar eventos de alto nivel, pero el costo político es evidente. Las ausencias de mandatarios clave ponen en entredicho la capacidad de la CELAC para actuar como bloque cohesionado. Además, los discursos de algunos invitados podrían acentuar las divisiones ideológicas, justo cuando la región enfrenta crisis simultáneas en Haití, Venezuela y Ecuador.
A pesar de ello, Petro mantiene el control del escenario. Su discurso inaugural buscará reposicionar el rol de América Latina como actor de equilibrio en un mundo tensionado entre Estados Unidos, China y Europa. El mandatario ha insistido en que la integración regional debe centrarse en temas como el cambio climático, la transición energética y la justicia social, más que en las divisiones políticas.
Santa Marta, por su parte, se juega una carta histórica. La ciudad, que ha sido criticada por su rezago en infraestructura, aspira a consolidarse como destino de turismo diplomático. La remodelación del Camellón, la modernización del aeropuerto Simón Bolívar y los proyectos de sostenibilidad urbana impulsados en torno a la cumbre podrían dejar beneficios duraderos si se gestionan adecuadamente.
En síntesis, la CELAC en Santa Marta se perfila como una cumbre de contrastes: visible pero incompleta, mediática pero frágil en contenido político. Lo que ocurra en estos dos días no solo marcará el balance del gobierno de Petro en materia de diplomacia regional, sino que también mostrará si la capital del Magdalena está preparada para jugar en las grandes ligas del escenario internacional.