Home Portada Tengo a veces la impresión, de que en Santa Marta, solo está bien, lo que Dios hizo: afligida reflexión del padre Linero

Tengo a veces la impresión, de que en Santa Marta, solo está bien, lo que Dios hizo: afligida reflexión del padre Linero

por Álvaro Quintana Mendoza
Santa Marta Su reflexión es un llamado a la conciencia colectiva, pues, Alberto Linero pide un proyecto de ciudad que esté por encima de los intereses políticos.

Con la voz apesadumbrada y contrastando las luces y sombras de su ciudad, el exsacerdote y comunicador samario Alberto Linero compartió una profunda reflexión por los 500 años de Santa Marta.

Santa Marta cumple 500 años. Medio milenio desde que Rodrigo de Bastidas, impactado por la belleza de su bahía y su territorio, decidió fundarla un 29 de julio de 1525. Para muchos es solo una fecha, para otros, una excusa para celebrar; pero para el samario Alberto Linero, esta conmemoración fue la oportunidad para abrir el corazón y decir, con amor y crudeza, lo que tantos sienten, pero pocos expresan: Santa Marta es un paraíso, sí, pero uno al que todavía le fallamos.

Con su estilo directo, emotivo y profundamente caribe, Linero compartió una reflexión que se hizo viral entre los samarios. Recordó que desde siempre supo que su ciudad lo tenía todo. “Eso dice un viejo eslogan turístico”, recordó. Y lo reafirmó: Santa Marta posee una riqueza natural que pocos territorios en el mundo pueden exhibir con orgullo. Montañas, todos los pisos térmicos posibles, playas esculpidas por el Caribe, ríos que bajan desde la Sierra Nevada como venas de agua viva y una biodiversidad que parece un regalo que no se acaba.

Para Linero, no es extraño imaginar el impacto que causó en Bastidas aquel primer encuentro con la bahía samaria en 1502. «Quedó prendado de esa belleza», asegura, y, luego, 23 años después, regresó para fundar la ciudad más antigua de Colombia, no es solo historia: es la semilla de lo que hoy define a los samarios como pueblo.

Pero más allá del paisaje, Linero apunta hacia el origen humano. “Somos una mezcla de los indígenas que ya habitaban esta región, de los españoles que llegaron con su ambición y de los africanos que fueron traídos como esclavos contra su voluntad”, señala. Esa mezcla —agrega— es dolorosa, sí, pero también es la raíz de lo que hoy se conoce como identidad caribe: rebelde, alegre, resiliente.

A los 500 años, Linero no solo celebra. También lamenta, lo hace desde la experiencia. Con voz serena pero firme, recuerda los años de su adolescencia en Santa Marta, cuando le tocaba llenar la alberca de su casa con doce ‘viajes’ de agua cada mañana porque el servicio era deficiente. Décadas después, el problema persiste. “Pero ahora peor —dice— porque la ciudad tiene un olor extraño… ¡ahhh! Es por el alcantarillado, que es insuficiente”.

No se detiene ahí. Linero menciona la red vial deteriorada, las casas caídas en el centro histórico y la falta de un verdadero proyecto de ciudad. Para él, Santa Marta sigue dependiendo solo de lo que Dios hizo: su mar, su Sierra, su vegetación, su cielo. «Todo lo demás está a medio hacer o se está cayendo», reflexiona.

No es una crítica vacía. Es el dolor de quien ama profundamente lo que fue su cuna, porque aunque hoy su vida transcurra lejos del litoral, Santa Marta, dice, nunca ha salido de él. “Disfruto visitarla y vivo orgulloso de ella”, confiesa. Pero su orgullo no le impide ver con claridad las deudas históricas que se acumulan con cada administración que pasa sin tocar lo esencial.

Por eso, su reflexión es un llamado a la conciencia colectiva, pues, Linero pide un proyecto de ciudad que esté por encima de los intereses políticos y sociales, una visión que una a todos y piense en el largo plazo, que no se conforme con lo que ya existe, sino que se atreva a imaginar una Santa Marta renovada, sin cicatrices estructurales.

En medio de las celebraciones, de las luces, de los eventos culturales y discursos, su mensaje resuena distinto, pues no busca adornar, busca despertar. “Estoy convencido de que el mejor regalo que podemos darle es comprometernos a cuidarla”, afirma. Porque la relación con la ciudad —según él— debe estar a la altura de su belleza, no solo admirarla, sino protegerla y transformarla.

Y así, entre la nostalgia, el orgullo y la verdad dicha sin miedo, dejó una frase que encierra su sentir más profundo: «En Santa Marta solo está bien lo que Dios hizo.». Es una chispa de honestidad, un grito de amor de alguien que sabe que su tierra es sublime, pero que también merece algo más que eslóganes turísticos.

A 500 años de su fundación, Santa Marta sigue siendo un lugar que inspira, pero también reclama. Y en voces como la de Alberto Linero, ese reclamo se convierte en promesa: la de no olvidarla, no abandonarla y, sobre todo, no dejar de soñarla mejor.

VER: Padre Alberto Linero, el ‘sacerdoutuber’ más influyente de Colombia

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