La carta de Margarita Guerra Zúñiga habla de “motivos personales”, pero el trasfondo político genera dudas. En su reemplazo entraría Pedro Manuel Mendoza Lobo.
La diputada Margarita Guerra Zúñiga, oriunda de Fundación, se convirtió en el centro de atención política del Magdalena tras anunciar de manera irrevocable su renuncia a la Asamblea Departamental.
Lo hizo, este miércoles, 1 de octubre de 2025, en medio de la sesión ordinaria, con un detalle que no pasó desapercibido: en lugar de exponer su decisión desde su curul, solicitó el atril para leerla frente a todos los diputados. El gesto fue interpretado como un acto calculado, diseñado para generar impacto público.
En su carta, dirigida a los diputados y magdalenenses, sostuvo: “Esta decisión obedece a motivos estrictamente personales, que luego de un proceso de reflexión me lleva a cerrar este ciclo de servicio público en la Asamblea del Magdalena. Durante un año y nueve meses tuve el honor de compartir con ustedes el ejercicio democrático, plural, necesario de la política”.
La renuncia, según sus palabras, responde a razones personales, pero el contexto político sugiere otra lectura. Margarita Guerra es reconocida como una de las principales defensoras del proyecto caicedista en el departamento.
Fue elegida en 2023 por el movimiento Fuerza Ciudadana y durante su gestión ocupó la presidencia de la comisión primera y luego integró la comisión tercera, participando en debates sobre educación, salud, medio ambiente y reconciliación. Que una figura con esa trayectoria decida apartarse en plena coyuntura electoral genera dudas sobre si detrás hay un cálculo político.
¿Motivos personales o jugada política?
La ambigüedad de la carta es clave. Mientras evita confrontaciones directas con los líderes Carlos Caicedo y Rafael Martínez, al mismo tiempo abre la puerta a interpretaciones. Al insistir en que se va “satisfecha de haber entregado lo mejor de mí” y subrayar que las diferencias en la Asamblea siempre se dieron con respeto, protege su reputación y evita un choque frontal. Sin embargo, hacerlo de manera pública y con dramatismo sugiere que no es una renuncia común.
La política regional tiene su propia dinámica de presiones y negociaciones. En el caso de Guerra, no es descartable que su renuncia esté vinculada a las elecciones atípicas que se avecinan en el Magdalena.
Una hipótesis es que busca perfilarse como candidata, aprovechando su reconocimiento y base electoral en Fundación y otros municipios. Otra posibilidad es que, en caso de ser marginada de esa contienda, se declare en rebeldía y trate de construir un camino independiente, algo que sería un golpe directo a la cohesión del caicedismo.
Ese movimiento no sería nuevo en su carrera. Basta recordar que en febrero de 2025 el Tribunal Administrativo del Magdalena le dio la razón a una demanda presentada por ella contra la elección de la mesa directiva de la Asamblea, un episodio que la mostró dispuesta a confrontar estructuras internas. A ello se suma que en 2024 sobrevivió a un intento de atentado en Santa Marta, cuando hombres armados interceptaron su vehículo y dispararon, aunque el arma se encasquilló. La combinación de tensiones políticas y riesgos personales alimenta la idea de que su retiro va más allá de lo privado.
El contexto electoral en el Magdalena
El movimiento Fuerza Ciudadana, liderado por Carlos Caicedo y Rafael Martínez, atraviesa un momento decisivo. Con elecciones atípicas a la vista, necesita definir candidatos con suficiente músculo electoral y disciplina interna para enfrentar a los sectores tradicionales del departamento. En ese escenario, la salida de Guerra puede leerse de dos maneras: como una maniobra calculada para lanzar su nombre en la contienda, o como un pulso para que el movimiento le otorgue un rol protagónico.
En los últimos años, Guerra se ha mostrado como una voz firme dentro del proyecto caicedista, pero también con capacidad de marcar diferencias. Su carta, al no mencionar directamente al movimiento ni a sus líderes, le permite mantener un margen de maniobra. No rompe con Fuerza Ciudadana, pero tampoco se ata de manos a la hora de definir sus próximos pasos. Si es acogida como candidata, lo hará desde la fidelidad al proyecto; si no, tiene espacio para explorar alternativas.
La renuncia, además, se da en un momento en que el caicedismo necesita recomponer fuerzas tras la presión de sectores opositores y la constante judicialización de sus decisiones. La salida de una de sus diputadas más visibles obliga a replantear estrategias. Y deja sobre la mesa una pregunta que inquieta a propios y extraños: ¿será Margarita Guerra la carta fuerte para las elecciones atípicas o asistimos al inicio de una fractura interna?
El reemplazo y lo que viene
Mientras tanto, la curul que deja Guerra no quedará vacía. En su reemplazo entraría Pedro Manuel Mendoza Lobo, quien asumiría como diputado del Magdalena en representación del movimiento. Aunque todavía no ha tenido protagonismo mediático, su llegada implica mantener la línea de continuidad dentro de Fuerza Ciudadana y preservar el control en la Asamblea.
La transición, sin embargo, no se limita a un simple relevo administrativo. En la práctica, la salida de Guerra y la entrada de Mendoza Lobo redistribuyen fuerzas en un momento de definiciones clave. Si la renunciante se convierte en candidata, la jugada podría verse como un movimiento estratégico del caicedismo: asegurar representación en la Asamblea y, al mismo tiempo, proyectar a una figura competitiva en las urnas. Si, por el contrario, Guerra decide apartarse del movimiento, el costo será mayor: una baja visible en lo institucional y un factor de división en el escenario electoral.
Más allá de cuál sea la decisión final, el episodio deja claro que el Magdalena entra en una fase de agitación política. La carta de Guerra, cargada de agradecimientos y de mensajes de respeto, puede interpretarse como un adiós sincero. Pero el tiempo, y las elecciones atípicas, dirán si fue realmente un retiro personal o la antesala de una nueva batalla electoral.