Home Magdalena Tsunami de conveniencia: El Magdalena en atípicas desafía la ideología y pacta la supervivencia política

Tsunami de conveniencia: El Magdalena en atípicas desafía la ideología y pacta la supervivencia política

por Álvaro Quintana Mendoza
Alianzas de última hora redefinen el panorama electoral del Magdalena en las atípicas para Gobernación.

Las elecciones atípicas en el Magdalena revelan una reconfiguración profunda: viejos adversarios sellan acuerdos que hasta hace poco parecían imposibles, mientras los partidos abandonan convicciones doctrinales para garantizar presencia en la administración que emerja de esta contienda.

Las elecciones atípicas a la Gobernación del Magdalena se han convertido en un laboratorio crudo de realismo político. Lo que está en juego no es únicamente una administración regional, sino la permanencia de redes de poder que han dominado el departamento durante décadas. En este escenario emergen acuerdos entre sectores que durante años se acusaron mutuamente de corrupción, persecución o improvisación. Ahora, esa tensión se diluye frente a un objetivo común: asegurar participación en el gobierno que resulte electo.

El fenómeno no es exclusivo del Magdalena, pero aquí alcanza una expresión especialmente visible. La fragmentación partidista y la incapacidad de los movimientos para sostener una identidad política estable han creado un entorno donde la lealtad ideológica se ha reducido a un accesorio. La supervivencia, en cambio, se convirtió en la razón que articula cada adhesión.

El Caicedismo y su acuerdo con quienes fueron su adversario permanente

Fuerza Ciudadana, movimiento construido por Carlos Caicedo, siempre sostuvo un discurso confrontacional frente a figuras tradicionales. Su narrativa se centró en denunciar prácticas clientelistas de líderes que, durante décadas, concentraron poder territorios claves como Santa Marta, Ciénaga, Plato, El Banco, Zona Bananera o Fundación. Por eso, el respaldo de la congresista Kellyn González y su pareja sentimental, Rodrigo Roncallo a Margarita Guerra Zúñiga genera un giro que altera la lectura política de la contienda.

Roncallo, quien ha ejercido influencia en varios municipios del Magdalena, representa el tipo de liderazgo que el Caicedismo usó como antagonista para impulsar su ascenso. Sin embargo, en estas atípicas, esa frontera queda disuelta. La maquinaria de Roncallo aporta estructura, operadores y presencia territorial que el Caicedismo perdió tras las decisiones judiciales que sacaron del cargo al gobernador electo Rafael Martínez.

Al análisis se suma la adhesión de la diputada Linda Cabarcas y de su esposo Ricardo Diazgranados, quienes pertenecen a un sector que mantuvo distancias públicas con Caicedo durante años. La llegada de estos apoyos indica que, en la práctica, la plataforma de Guerra Zúñiga no depende solo de la identidad que representa Fuerza Ciudadana, sino de una integración funcional de grupos que buscan proteger espacios políticos ante un panorama incierto.

Estas adhesiones no son actos espontáneos. Corresponden al cálculo de actores que, al ver un terreno electoral apretado y una estructura institucional debilitada, priorizan acuerdos que les garanticen vigencia. La consecuencia es clara: la narrativa del “cambio” que identificó al Caicedismo entra en tensión con sus propios acuerdos.

El Pacto Histórico en el Magdalena: del discurso transformador a un ejercicio pragmático

La candidatura de Rafael Noya, respaldada por el Pacto Histórico, también evidencia que los discursos de transformación nacional se enfrentan a las dinámicas particulares del territorio. El Pacto llegó a la región con la promesa de remover lógicas tradicionales, aunque la realidad electoral lo obligó a una estrategia abierta a sumar sectores con los que no comparte tradición ideológica.

El equipo de Noya integra figuras de partidos como Cambio Radical y ASI, estructuras que durante años se movieron en el espectro político contrario al que hoy representa el proyecto que llevó a Gustavo Petro a la presidencia. No se trata únicamente de sumar respaldos: estas incorporaciones ofrecen operadores en zonas donde la izquierda nunca logró consolidar una presencia orgánica.

A esto se añade la participación de liderazgos como Mallath Martínez, exalcaldesa de Fundación, y de Edgardo ‘El Nene’ Pérez en Ciénaga. Cada uno aporta un caudal electoral propio y una estructura que no necesariamente coincide con los lineamientos del Pacto, pero que asegura presencia en municipios que históricamente han decidido elecciones reñidas en el departamento.

Uno de los caso más reveladores es del congresista Carlos Mario Farelo, cuya decisión de respaldar a Rafael Noya muestra un movimiento calculado dentro de la disputa por el control institucional del departamento. Los Farelo nunca han mantenido cercanía con el Caicedismo; por el contrario, representan un sector con trayectoria propia que ha ejercido influencia en varios municipios, especialmente en Zona Bananera y sectores del norte del Magdalena. Su respaldo a Noya no implica afinidad ideológica, sino una jugada estratégica que les permite asegurar presencia en el gobierno que pueda surgir de estas atípicas.

Esta movida deja en evidencia una dinámica que se repite en diferentes campañas: líderes con estructuras sólidas buscan alianzas que les garanticen continuidad en espacios de poder, sin importar si el candidato pertenece a un proyecto político distinto al propio. El efecto inmediato es un escenario donde las fronteras entre movimientos se diluyen, pues las adhesiones responden más a cálculos territoriales que a coincidencias programáticas.

Crisis de identidad partidista y predominio de acuerdos personales

Lo que ocurre en el Magdalena es un síntoma de una crisis más amplia. Los partidos actúan como estructuras flexibles, no como organizaciones programáticas. La decisión de los votantes ya no se orienta por una plataforma doctrinal, sino por liderazgos locales que negocian acuerdos con la campaña que perciben más cercana al triunfo.

En estas atípicas, la ciudadanía observa cómo dirigentes que se presentaron como adversarios irreconciliables ahora comparten tarimas.

La ausencia de identidad partidista sólida genera otro efecto: el debilitamiento de la confianza pública. Muchos electores expresan que no identifican diferencias claras entre propuestas. La contienda se interpreta como una competencia por ocupar el aparato estatal, no como un debate sobre rutas de desarrollo para el Magdalena.

Un panorama que redefine la política regional

Aunque un candidato resulte electo, el acuerdo que lo respalde será tan amplio y diverso que la gobernabilidad dependerá de mantener satisfechos a sectores con intereses distintos. Esta realidad anticipa posibles conflictos internos una vez se definan responsabilidades, presupuestos y jefaturas de áreas sensibles.

El Magdalena ingresa así en una fase donde la política está guiada más por la necesidad de mantener presencia en la administración que por la construcción de un proyecto regional estable. Los ciudadanos, por su parte, reciben campañas que ofrecen alianzas amplias, pero pocas discusiones sobre empleo, seguridad rural, agua potable, infraestructura o educación.

Te podría interesar