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Este es un espacio de participación y opinión abierto a la ciudadanía. Las posiciones expresadas son absoluta responsabilidad de su autor y no representan ni definen la filosofía editorial de codigoprensa.com

Gia Todaro conversa con Angelo, el alma detrás de la pizzería Rosa Rosa

Conversamos con Angelo Di Somma, un hombre que representa la nueva generación y el legado de la pizzería Rosa Rosa en Lancaster,Pensilvania.

Por Gia Todaro | Sección: Los Viajes de Gia | Código Internacional. Si quieres hacer parte de esta sección Contáctame a través de Whatsapp: +573008188141 o a través de llamadas: (USA) 7177012514

Hola, soy Gia Todaro, y desde ahora, los Viajes de Gia en Código Internacional nos llevarán a conocer historias increíbles alrededor del mundo. Como buena cataCamaria —así me gusta llamarme, pues nací en Aracataca y crecí en la hermosa Santa Marta—, siempre estoy buscando conexiones que unan mi tierra con el mundo.

En esta ocasión, mi viaje me trajo hasta Lancaster, Pensilvania, en Estados Unidos, y como me enseñó mi gente, las historias nos conectan, y aquí, a miles de kilómetros, encontré una que me hizo sentir en casa. Hoy, en una Cita con Gia en Código Prensa, me senté a conversar con Angelo, el rostro sonriente detrás de la pizzería Rosa Rosa. Su historia, como la de muchos migrantes, está tejida con nostalgia, sabor y una pasión que cruza océanos.

De Italia a Estados Unidos: una historia que comienza con suerte

“Todo empezó en 1993,” me cuenta Angelo mientras sirve una porción de su famosa pizza con espagueti. “Mis padres llegaron desde Italia para aplicar a la green card. Era una lotería, pagaron 100 dólares… ¡y la ganaron!”

Antes de aterrizar en suelo estadounidense, la familia tenía un mini market en Italia. Pero al llegar a Lancaster, vendieron todo y compraron una pizzería. Así nació la pizzería Rosa Rosa, un nombre que honra a la abuela paterna de Angelo, y que ya era sinónimo de panadería en su tierra natal.

“Yo soy el primero de cinco hermanos nacido aquí. Crecí pegado a la espalda de mi mamá, viendo cómo trabajaban, aprendiendo desde niño.”

Pizzería Rosa Rosa: Un bocado de Nápoles en Pensilvania

En la pizzería, el menú es un viaje a Nápoles. Le pregunté a Angelo qué no puedo dejar de probar.

Gia: ¿Cuál es esa comida que no puede faltar en la mesa de un napolitano?

Angelo: La comida típica napolitana se basa en dos cosas: la pasta y la pizza. Aquí hacemos una de las pizzas más buenas del mundo. Le ponemos mucho amor a la masa, usamos los mejores ingredientes. Lo hacemos como a la gente le gusta: más cocida, menos cocida, con más salsa… La pizza la hacemos al gusto del cliente y con mucho gusto.

Pero la cosa no para ahí. También me habló de la pasta fresca que preparan a diario. “No hacemos nada congelado. Todo viene del mar y del campo. La vita è troppo breve per mangiare male”, me dijo con una sonrisa. “La vida es demasiado corta para comer mal”. Un dicho napolitano que resume a la perfección su filosofía.

La felicidad está en la masa

Angelo tiene una filosofía clara: “Cuando a uno le gusta su trabajo, es feliz. Por eso siempre saludo, pregunto cómo están, qué les pasó en la vida. Es importante tener una buena relación con los clientes.”

La cercanía, dice, es parte de la cultura italiana. Compartir la comida, sonreír, ser amigos. Y en Rosa Rosa, eso se siente desde que cruzas la puerta.

Gia ¿Cuál es la comida que más representa a los napolitanos?

Angelo: “La pasta y la pizza. Aquí usamos los mejores ingredientes, todo fresco, nada congelado. La pizza se hace como le gusta a cada cliente: más cocida, con más salsa… como ellos quieran. Porque como dice el dicho: La pizza siempre saca una sonrisa.”

Y si de refranes se trata, Angelo tiene uno que lo guía:

La vita è troppo breve per mangiare male. La vida es demasiado corta para comer mal. Comer bien es vivir bien.”

Un invento que conquistó al mundo: La pizza con espagueti

El momento más inesperado de la conversación llegó cuando Angelo me habló de un plato único, que no se encuentra en Italia.

Gia: Me contaste que tienen un plato que es único en Rosa Rosa. ¿Cuál es?

Angelo: ¡La pizza con espagueti! O spaghetti pizza, como le dicen acá. Es un invento de mi papá. Él fue el primero que la inventó. Al principio la gente la probaba con curiosidad, y ahora es una de las más famosas. En nuestras redes sociales, el video de esta pizza tiene más de tres millones de vistas. Es una de las favoritas de la gente.

Además de este plato, me contó de otra novedad llamada el Bomber, una creación de Angelo que es mitad pizza y mitad stromboli, un pan relleno de delicias. Un plato que demuestra que, aunque honran el pasado, no le temen a la innovación.

Pizzeria Rosa Rosa: Más que comida: comunidad, fútbol y festivales

En la Pizzería Rosa Rosa no solo se alimentan estómagos, también corazones. Ofrecen catering para empresas, fiestas nocturnas, alquiler de hornos a leña para eventos privados. Apoyan al club de fútbol local y participan en festivales italianos y españoles.

“Lo hacemos para hacer más feliz a la gente, para conocernos, ayudar y apoyar. Porque cuando uno sufre, sufrimos todos. Podemos ser mejores.”

Invitación abierta desde Lancaster

Angelo despide la entrevista con una sonrisa que parece hecha de masa madre y cariño:

“Los invito con las manos abiertas a que coman bueno, sonrían bien y se queden con buenas memorias. Esta es su casa, la pizzería Rosa Rosa.”

Desde Código Prensa, y con el corazón latiendo fuerte, les dejo esta historia que une Colombia con Lancaster, Italia con Estados Unidos, y la cocina con la felicidad. Porque como bien dice Angelo: cuando comes bien, vives mejor.

Un saludo especial a todos los seguidores de Código Prensa. Ojalá algún día puedan visitar la pizzería Rosa Rosa y vivir esta historia por ustedes mismos.

VER: #Blog Los viajes de Gia: De paseíto por Honduras

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Santa Marta: a construir juntos la solución.

“Santa Marta necesita una acción conjunta, porque si no somos capaces de encontrarnos en la solución, seguiremos encontrándonos en la tragedia”

Es cierto que, las lluvias de agosto de 2025 han dejado a Santa Marta en estado de calamidad pública, más de 60 barrios afectados, miles de viviendas anegadas, vías colapsadas, deslizamientos en zonas turísticas y una ciudadanía que, entre el barro y la frustración, exige respuestas inmediatas; pero no es menos cierto que, detrás de los aguaceros, hay una verdad incómoda, los desastres naturales no siempre son tan naturales como creemos muchos, también son el resultado de decisiones humanas y hábitos ciudadanos que, año tras año, convierten la temporada de lluvias en una crónica anunciada de la emergencia.

La Alcaldía Distrital mediante el Decreto 280 del 5 de agosto de 2025, declaró oficialmente la calamidad pública, lo que permitió activar protocolos de emergencia, contratar maquinaria amarilla, movilizar ayudas humanitarias y coordinar acciones con organismos de socorro; por su parte, la Oficina para la Gestión del Riesgo y Cambio Climático (OGRICC)  y la Secretaría de Gobierno con acompañamiento de otras entidades, han liderado las labores de atención, limpieza y remoción de sedimentos, mientras el alcalde Carlos Pinedo Cuello recorre los barrios afectados, entregando personalmente ayudas a los damnificados, ha presidido sesiones extraordinarias del Consejo Distrital de Gestión del Riesgo, en otras palabras, la respuesta institucional ha sido rápida, pero limitada por la magnitud del evento y las condiciones estructurales del territorio.

Ahora bien, ¿puede un alcalde prever la ocurrencia exacta de un fenómeno natural, su magnitud y los recursos a invertir? La respuesta es no; la Ley 1523 de 2012, que establece el Sistema Nacional de Gestión del Riesgo de Desastres, reconoce que los eventos naturales son impredecibles en su forma, intensidad y momento, lo que sí exige es planificación, prevención y capacidad de respuesta y en ese sentido, Santa Marta ha actuado diligentemente, la declaratoria de calamidad pública  permite reaccionar con mayor agilidad, pero se debe decir, no es la solución definitiva, para ello se previó la solución desde el Plan de Desarrollo Distrital SANTA MARTA 500 MÁS, el que incluye medidas de mitigación, reubicación y educación comunitaria; a todo esto, ahí es donde el reto se vuelve estructural.

Muchas de las familias afectadas viven en zonas de alto riesgo no mitigable, laderas inestables, márgenes de ríos, caños obstruidos, asentamientos informales; se requieren recursos económicos importantes para la compra y construcción de cientos de miles de soluciones de vivienda; por ende, sin una solución conjunta, sin procesos de reubicación integral, estas comunidades seguirán siendo víctimas recurrentes de cada temporada de lluvias, para empezar,  aquí aparece otro dilema ¿cómo reubicar sin vulnerar derechos? ¿Cómo garantizar vivienda digna sin caer en promesas incumplidas? La Ley 388 de 1997 sobre ordenamiento territorial y la Ley 2044 de 2020 sobre reasentamientos humanos por riesgo no mitigable ofrecen herramientas, pero requieren voluntad política del orden nacional y territorial, recursos sostenibles y articulación interinstitucional; entre otras cosas, todo esto no es nuevo; es tan histórico como los 500 años de fundación de la ciudad.

Además, hay factores que no dependen del clima y recursos institucionales, sino de las comunidades; la disposición final de basuras, el manejo de escombros, la canalización de aguas residuales, el respeto por las rondas hídricas y la cultura del cuidado ambiental son responsabilidades compartidas, no basta con exigirle al gobierno que actúe si como ciudadanía seguimos arrojando desechos a los arroyos, construyendo en zonas prohibidas o ignorando las alertas tempranas; no es suficiente que la Ley 1804 de 2016 sobre educación ambiental y la Ley 142 de 1994 sobre servicios públicos domiciliarios establezcan obligaciones claras, pues su cumplimiento depende tanto de las instituciones como de la conciencia ciudadana.

En medio de la emergencia por lluvias, ha surgido una crítica recurrente en Santa Marta “¿Por qué se celebraron los 500 años pues los barrios se inundaron una semana después?” La pregunta, hecha desde la indignación ciudadana, desconoce la lógica presupuestal, la imprevisibilidad de los fenómenos naturales y la normativa de la administración pública; los recursos destinados a la conmemoración cultural provienen de fuentes específicas como estampillas, convenios y asignaciones sectoriales, además de apropiaciones aprobadas por el Concejo Distrital en el presupuesto anual, que no pueden ser redireccionados a obras de mitigación o infraestructura, por más urgente que parezca, siendo más específico, la cultura tiene obligaciones legales propias, al igual que la gestión del riesgo, y ambas deben ejecutarse en paralelo, no en competencia; lo que se necesita no es cancelar la historia para atender la tragedia, sino fortalecer la capacidad institucional para hacer ambas cosas con responsabilidad, planeación y transparencia.

La emergencia climática no distingue estratos ni ideologías, por eso, más allá de la lluvia, lo que Santa Marta necesita es una acción conjunta y menos odios, porque si no somos capaces de encontrarnos gobiernos y comunidades en la solución, seguiremos encontrándonos en la tragedia.

Y mientras el cielo decide cuándo volver a llover, es aquí abajo donde debemos decidir cómo dejar de inundarnos.

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Hablar de Santa Marta es hablar del origen. De la Sierra, del mar y de los ríos; de los caminos que bajaban del corazón del mundo mucho antes de que llegaran las piedras coloniales.

Hablar de Santa Marta es hablar del origen. De la Sierra, del mar y de los ríos; de los caminos que bajaban del corazón del mundo mucho antes de que llegaran las piedras coloniales. Como samario que ha vivido, caminado, se ha formado y trabajado toda la vida en esta ciudad, no puedo dejar de sentir una mezcla de orgullo y frustración cuando contemplo lo que somos y lo que podríamos ser. Porque si algo nos han enseñado estos 500 años, es que una ciudad no se define solo por su historia, sino por lo que decide hacer con ella.

Durante mucho tiempo, el relato oficial de Santa Marta giró en torno a su pasado: el primer asentamiento, los tesoros perdidos, la catedral más antigua. Pero la ciudad real, la que se mueve entre motos, carros, comercio ambulante, barrios informales y avenidas colapsadas, ha tenido que resolver su futuro sin un rumbo claro. La planificación urbana no siempre estuvo presente. Las decisiones se tomaron muchas veces desde la urgencia, no desde la visión. Y así fuimos creciendo: desordenadamente, a retazos, olvidando que el territorio también tiene memoria.

Esa memoria es clave. Están los caminos ancestrales que podrían hoy ser rutas de movilidad activa. Está el tejido comunitario que, a pesar de las ausencias del Estado, mantiene viva esta ciudad. Y están los saberes locales, que deberían guiar muchas de nuestras decisiones técnicas. Porque una ciudad que no se escucha a sí misma está condenada a repetirse.

En los últimos tiempos se percibe una mayor apertura institucional al pensamiento estructural, a la evidencia y a la articulación entre planeación y gestión. Proyectos como el Sistema Estratégico de Transporte Público (SETP), que por años estuvo estancado entre diseños inconclusos y gestiones inconexas, comienzan a avanzar de manera discreta pero firme. Sin grandes discursos, pero con pasos concretos. Y eso, para quienes venimos trabajando el territorio, es una señal de esperanza.

No se trata solo de buses nuevos o paraderos. Se trata de transformar la manera en que entendemos el espacio urbano. De volver caminable la ciudad, de conectar barrios históricamente excluidos por el servicio de transporte, de recuperar el derecho a moverse con dignidad. Hoy, la mayoría de los desplazamientos urbanos no se realiza en modos sostenibles o formalizados, lo cual refleja una deuda histórica en infraestructura, cobertura y planificación pública. Las ciclorrutas, los andenes continuos, los espacios públicos seguros y accesibles no deberían ser lujos, sino componentes esenciales de una ciudad que se respeta a sí misma y honra la movilidad y el transporte como un derecho.

También es tiempo de ampliar nuestra mirada. La Santa Marta que viene debe ser una ciudad inteligente, sí, pero no solo por la tecnología. Inteligente porque planea con bases sólidas, pero también con sentido. Porque dialoga con sus territorios. Porque reconoce la pluralidad cultural y ambiental que la define. Una ciudad que aprenda a gobernarse no desde el centro, sino desde sus periferias; que entienda que la innovación no está solo en los sensores o dispositivos tecnológicos, sino en la forma en que resolvemos lo cotidiano.

En este marco, los 500 años de fundación no son una línea de llegada. Son una bifurcación. Podemos seguir administrando lo urgente o podemos construir lo importante. Podemos seguir hablando de «la ciudad del origen» como un eslogan, o podemos hacer de ese origen una razón para cambiar el destino.

Porque Santa Marta merece más. Y quienes hemos crecido aquí, quienes la conocemos desde sus playas hasta sus cerros, quienes nos hemos formado profesionalmente para servirla, sabemos que otra ciudad es posible. Pero para que sea posible, hay que decidir construirla.

Una ciudad no cambia solo desde las oficinas. Cambia en los barrios, en las decisiones cotidianas, en cómo nos movemos y en cómo exigimos que se nos escuche. Una ciudad no se mide por sus calles pavimentadas, sino por la dignidad de quienes las transitan. Y por la esperanza de quienes aún creen que es posible caminarla mejor, por los mismos senderos donde alguna vez comenzó todo. Esa transformación empieza con nosotros.

VER: 500 años de Santa Marta.

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A pesar de que el 49% de jóvenes muestra interés inicial, solo un 18% llega a participar activamente en procesos como los Consejos de Juventud, según estudio.

A pesar de que el 49% de jóvenes muestra interés inicial, solo un 18% llega a participar activamente en procesos como los Consejos de Juventud, según estudio.

Una investigación reciente revela preocupantes cifras sobre la participación política juvenil en Colombia, porque el 54% de los jóvenes encuestados aseguró no haber escuchado nunca sobre los Consejos de Juventud, espacios institucionales clave para que los jóvenes ejerzan influencia directa sobre asuntos que impactan significativamente sus vidas. Esta investigación fue liderada por estudiantes de la Maestría en Comunicación y Marketing Político de la Universidad Europea.

Los Consejos de Juventud, los cuales se elegirán este año para su segundo periodo, permiten a los jóvenes entre 14 y 28 años proponer, debatir y vigilar políticas públicas en ámbitos clave como educación, empleo juvenil, derechos humanos, medio ambiente y seguridad ciudadana. Sin embargo, esta herramienta institucional es aún poco conocida, lo que limita significativamente su impacto y efectividad.

Según los resultados del estudio, las razones que explican esta falta de participación son diversas, destacando la falta de información sobre los procesos electorales juveniles (32%) y la desconfianza hacia la política y las instituciones públicas (25%). Adicionalmente, aunque el 49% de los encuestados manifestó un interés inicial por involucrarse en actividades políticas juveniles, solo el 18% llevó esta intención a la práctica.

Actualmente, los jóvenes colombianos tienen plazo hasta el próximo 19 de junio para registrar su cédula y poder participar en las elecciones de los Consejos de Juventud que se llevarán a cabo el 19 de octubre de 2025. Ante este panorama, la necesidad de incrementar la difusión informativa es urgente para garantizar una mayor participación y representación juvenil en estos importantes espacios democráticos.

Estrategias innovadoras para transformar el liderazgo juvenil

En respuesta a estos hallazgos, los estudiantes de la Maestría desarrollaron talleres participativos con metodologías como el aprendizaje experiencial y el aprendizaje basado en retos (ABR). Estos talleres se realizaron en instituciones educativas como el Liceo del Norte y en universidades como la Universidad Sergio Arboleda, logrando no solo informar, sino también motivar a los jóvenes hacia la participación activa y el liderazgo político.

Durante estos talleres, los jóvenes aprendieron sobre la importancia y el funcionamiento de los Consejos de Juventud, desarrollaron habilidades prácticas como: comunicación efectiva, trabajo en equipo y liderazgo, y formularon propuestas concretas sobre cómo abordar problemáticas sociales relevantes en sus comunidades. «Este taller cambió mi perspectiva totalmente. Ahora sé que los jóvenes no solo podemos votar, sino que podemos ser líderes en nuestras comunidades y hacer cambios importantes desde estos Consejos de Juventud», afirmó un participante del taller.

Retos pendientes para la participación de los jóvenes

La encuesta también indicó cuáles son los temas políticos prioritarios para la juventud colombiana, destacando la educación (27%), derechos humanos (23%), empleo y emprendimiento (19%), medio ambiente (18%) y seguridad y convivencia ciudadana (12%). Esta información sugiere la importancia de alinear las agendas juveniles con las propuestas políticas que serán discutidas en los Consejos de Juventud para las políticas públicas que pongan en marcha los gobiernos regionales y municipales.

Por esto se reconoce que la participación efectiva de los jóvenes en política no depende únicamente de la existencia de canales institucionales, sino que requiere una narrativa que conecte emocional y simbólicamente con sus intereses y experiencias.

En este sentido, el modelo de taller diseñado por estos estudiantes no solo es aplicable en colegios o universidades, sino que también puede implementarse por entidades públicas, alcaldías, movimientos juveniles y organizaciones sociales. Asimismo, el proyecto recomienda incluir criterios específicos sobre participación juvenil en los planes de desarrollo locales y nacionales, y sugiere visibilizar casos exitosos de liderazgo juvenil como parte de una estrategia sostenida para fortalecer la democracia desde las nuevas generaciones.

Finalmente, los organizadores del estudio hacen un llamado urgente a instituciones educativas, entidades gubernamentales y medios de comunicación para trabajar en conjunto y lograr una participación juvenil más informada y activa. Los Consejos de Juventud deben ser visibilizados y fortalecidos como espacios legítimos y efectivos de incidencia política juvenil.

VER: ¿Qué esperan los jóvenes del Magdalena de la Transición Minero-Energética?

Ficha técnica del estudio

Ficha técnica del estudio

Objetivo del estudio: Conocer la percepción, conocimiento y actitudes de los jóvenes colombianos frente a los Consejos de Juventud y su participación política.

Población objetivo: Jóvenes colombianos entre 14 y 28 años habilitados para votar en los Consejos de Juventud.

Tamaño de la muestra: 1.069 jóvenes.

Tipo de muestreo: Muestreo aleatorio simple

Margen de error: ±3%, con un nivel de confianza del 95%.

Metodología: Encuesta cuantitativa realizada en línea mediante la plataforma Office Forms, distribuida a través de redes sociales y actividades presenciales en colegios y universidades.

Período de realización: Del 16 de febrero al 16 de abril de 2025.

Responsables del estudio: Estudiantes de la Maestría en Comunicación y Marketing Político de la Universidad Europea. Geraldine Cotes, Daniela Gnecco Varón, Carlos Felipe Ramírez Gutiérrez y Lina María Trillos Cabezas

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Madrid y Montería renuevan sus ríos, al mismo tiempo que en Santa Marta el río Manzanares muere de abandono, basura y desidia.

Madrid y Montería renuevan sus ríos, al mismo tiempo que en Santa Marta el río Manzanares muere de abandono, basura y desidia.

En pleno 2025, el río Manzanares de Santa Marta sigue siendo una herida abierta en el corazón urbano. Lo atraviesan la indiferencia, la desidia y una profunda desconexión con el territorio. Cada invierno lo recuerdan, cuando la lluvia baja por la Sierra Nevada y el cauce arrastra toneladas de residuos hacia la bahía. Luego lo olvidan. Lo tapan con promesas huecas, pero el Manzanares —ese símbolo de lo que fue y de lo que podría ser— sigue esperando voluntad política y acción pública sostenida.

Mientras tanto, en Madrid, España, el mismo nombre se asocia hoy con uno de los proyectos de renaturalización urbana más exitosos de Europa. El Manzanares madrileño fue intervenido para devolverle su cauce natural, eliminar estructuras de concreto, reactivar humedales y recuperar biodiversidad. Pero más allá del paisaje, lo que se logró fue una reconexión emocional y funcional entre la ciudad y su río. Lo que en Santa Marta sería visto como un imposible, allá fue una apuesta decidida por la sostenibilidad.

Y si el ejemplo parece lejano, basta mirar Montería. Con su Ronda del Sinú transformaron no solo el entorno fluvial, sino también la vida urbana. Integraron espacio público, redujeron riesgos de inundación, aumentaron el turismo y mejoraron la calidad de vida. Lo lograron porque entendieron que cuidar el río no es una obra de ornato, sino una política pública integral.

En cambio, aquí, el Manzanares sigue atrapado entre escombros y tugurios levantados dentro de su ronda hídrica. Ni el POT aprobado en 2023 ha sido aplicado con contundencia. La Ley 388 de 1997 lo permite todo: expropiación, adquisición forzosa, reasentamiento. Pero si no hay voluntad política, el marco legal se queda en letra muerta. Es urgente usar estas herramientas para recuperar los tramos más vulnerables del Manzanares, donde hoy hay cientos de familias en riesgo y un ecosistema completamente degradado.

Las cifras duelen. Según informes recientes del Departamento Administrativo de Sostenibilidad Ambiental y el Instituto de Investigaciones Marinas y Costeras ‘José Benito Vives de Andréis’, más del 60 % del cauce urbano del Manzanares presenta contaminación crítica. Se identifican 28 vertimientos ilegales a lo largo de su recorrido. Y mientras el río agoniza, el turismo crece y vende postales que esconden esta tragedia ambiental y social.

No se puede seguir normalizando este nivel de abandono. Recuperar el Manzanares no es un lujo: es una necesidad estratégica, ambiental, humana y económica. Santa Marta no puede construir su futuro sobre aguas negras.

Necesitamos una decisión firme. Un pacto por el Manzanares, donde los gobiernos, la ciudadanía y los sectores productivos se comprometan a restaurar lo que durante décadas dejamos caer. El Manzanares debe dejar de ser un vertedero para convertirse en columna vertebral de la ciudad. Si otras ciudades lo lograron, ¿por qué Santa Marta no?

El tiempo se agota y la historia no perdona. En los próximos 500 años, Santa Marta será lo que haga con su río Manzanares.

VER: Contaminación Rio Manzanares.

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Unión Magdalena

En el reino del Unión Magdalena, Eduardo Dávila, su monarca vitalicio, ha declarado que el fútbol femenino no tiene cabida. Pero, ¿es esta la única tragedia en la historia de este club?

POR: ÁLVARO QUINTANA MENDOZA

Había una vez, en una comarca costeña conocida como Santa Marta, un feudo futbolero gobernado por un señor feudal que no usaba armadura, sino guayabera, su nombre es Eduardo Dávila Armenta, el barón de los contratos opacos y las ideas rancias, había decidido que en sus tierras el balón tenía género: masculino, claro. Las mujeres, según su real decreto, debían dedicarse a actividades más “propias de su naturaleza”, como jugar dominó o tejer escarapelas.

Sí, señores. Esto no es un cuento de la época de La Conquista. Es el presente en el que habita el Unión Magdalena, también conocido como ‘Ciclón Bananero’, aunque últimamente ni ‘Ciclón’ ni ‘Bananero’: más bien un brisón marchito sin dirección, azotado por la bruma de decisiones tan absurdas como misóginas.

Dávila, el mismo que carga una condena por el asesinato de su esposa, el que ha sido mencionado en más procesos judiciales que goles celebrados por el Unión en una temporada, decidió abrir la boca —y no precisamente para pedir perdón— y soltar una perla más para su colección de despropósitos: “Mientras yo esté manejando esto, no habrá equipo del Unión Magdalena [femenino]. Ese no es un deporte para la mujer”.

El renacimiento del pensamiento cavernario. En tiempos donde clubes como América de Cali y Atlético Nacional apuestan por el fútbol femenino con la seriedad de los grandes, donde el mundo celebra el talento de jugadoras como Linda Caicedo, en Santa Marta tenemos un dirigente que quiere “encerrar el balón en una cocina”.

Pero no se equivoquen: Dávila no es un dirigente deportivo. No le gusta el fútbol. No tiene visión, olfato ni oído para el talento. No sabe cuándo vender un jugador ni cómo mantener a un técnico. No tiene una historia escrita con sudor en los camerinos ni lágrimas en los ascensos. Su legado no es deportivo: es más bien un prontuario que haría palidecer a los protagonistas de una novela negra.

Mientras tanto, el club que alguna vez fue cuna de leyendas como Valderrama y Arango, sobrevive como un vagón descompuesto que va de la B a la A y de vuelta sin pena ni gloria. Bucaramanga, Pereira, Fortaleza: todos pasaron por el infierno de la segunda división y resurgieron con proyecto, fútbol y ambición. ¿El Unión? El Unión parece una finca vieja a la que no se le invierte un peso, pero que aún da frutos por inercia.

Y es que negar el fútbol femenino en pleno 2025 es como seguir usando disquetes para guardar información: no solo es torpe, es sospechoso. Porque el problema aquí no es deportivo, es de fondo: Dávila no quiere que el Unión Magdalena sea un club serio. No le interesa competir. Le basta con tener el escudo, la ficha y el negocio de mantenerlo a flote en el naufragio eterno de la mediocridad. Con el mínimo esfuerzo, el equipo existe. Con el mínimo decoro, sobrevive.

Y entonces llega el golpe maestro de esta tragicomedia: el machismo con firma. Las palabras de Dávila no son deslices, son manifiestos. Son parte de una visión del fútbol —y del mundo— donde las mujeres deben aplaudir desde la gradería, no patear desde la cancha. Es una lógica ruin que convierte un club de fútbol en una hacienda del siglo XIX.

La historia del Unión Magdalena bajo su mando no es la de un equipo, sino la de una marca secuestrada. La afición, noble y paciente como pocas, ha sido cómplice a la fuerza, atrapada entre el amor al escudo y la vergüenza de su dueño. Cada vez que el equipo gana, es a pesar de Dávila, no gracias a él. Cada jugador que brilla lo hace en rebeldía. Y cada niño o niña que sueña con vestir esa camiseta, lo hace con una fe que ni los curas entenderían.

Así llegamos al clímax de este esperpento: Dávila, el millonario con delirio de emperador bananero, impone su criterio como si el Unión fuera una extensión de su sala. Que no haya fútbol femenino no es una decisión técnica ni financiera. Es una cruzada ideológica, una defensa del machismo como último bastión de control.

En un país donde las mujeres siguen luchando por igualdad en el deporte, este tipo de discursos no solo son ridículos, son peligrosos. Validan la exclusión, alimentan la violencia simbólica y manchan el escudo de una institución que debería ser de todos y todas.

Quizás algún día, cuando el fútbol sea realmente democrático, el Unión Magdalena tendrá un equipo femenino que compita, que sueñe, que gane. Quizás, cuando los clubes de Colombia estén libres de los Dávilas de turno, podremos ver un campeonato donde la camiseta del ciclón se agite con orgullo también en la liga femenina.

Pero mientras tanto, solo queda resistir. Denunciar. Reírse con rabia. Porque como en las buenas sátiras, la realidad a veces se escribe sola… y duele más que la ficción.

VER: Superindustria investiga a Unión Magdalena por ‘lista negra’ laboral

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La casa de los políticos Capítulo 2: ¿Quien se robó la comida?

La Casa de los Políticos amaneció en crisis. La despensa, que hasta la noche anterior estaba llena, ahora era un páramo desolado. No había arroz, ni carne, ni siquiera el último paquete de galletas que Honorio Henríquez Pinedo escondía para su merienda.

El escándalo no tardó en estallar.

—¡Ey parranda e flojos despierten, Nos tumbaron, se robaron la comida! —gritó El Nene Pérez, mirando a todos con cara de indignación teatral.

—Esto es claramente un sabotaje de los de antes —declaró Carlos Caicedo, con su acostumbrada seguridad mesiánica—. Nos quieren desestabilizar, pero no lo lograrán.

—¿Y si mejor buscamos la comida antes de acusar a los clanes? —propuso Patricia Caicedo, con un tono que sonaba más a burla que a sugerencia.

Franklin Lozano intentó intervenir, haciendo un vídeo en vivo y tirando alguna frase grandilocuente, pero nadie le prestó atención.

Mientras tanto, Rafael Martínez, como siempre, respaldó la versión de su líder:

—Si no tenemos comida es porque nos la quitaron, como nos han quitado todo, pero gracias a Carlos Caicedo vamos a superarlo y recuperaremos la comida.

Y entonces llegó la gran revelación.

El Mono Martínez, con su sonrisa de villano de cómic, apareció con una caja de latas en la mano.

—Oigan, ¿y esto?

El silencio fue absoluto.

Detrás del sofá, en una despensa improvisada, estaba toda la comida. Latas, paquetes de arroz, botellas de aceite, los frijoles y hasta los detodits picantes de mallath… no faltaba nada. Y lo más revelador: todo tenía una etiqueta que decía “Reservado para uso exclusivo de Carlos Caicedo”.

—¿Me están diciendo que la comida nunca desapareció y que fue… Carlos quien la escondió? —preguntó Mallath Martínez, sorprendida de haber hablado en un capítulo.

Caicedo, sin inmutarse, respondió con su tono más paternalista:

—No la escondí. La administré. Alguien tenía que hacerlo, y dado mi historial de administración exitosa…

—¡¿EXITOSA, joda rosa! —saltó El Nene Pérez—. Pero si tus administraciones terminan siempre echándole la culpa a los de antes.

—¿Qué querían? —continuó Caicedo, ignorando la interrupción—. ¿Que dejáramos la comida a la libre disposición de cualquiera? Aquí no todos tienen la capacidad de manejar los recursos con justicia.

—Pero, ¿quién te eligió administrador? —preguntó Patricia, con una mirada afilada.

—El pueblo —respondió Caicedo, con una sonrisa triunfal.

—¿Qué pueblo? —intervino Honorio, confundido y listo para llamar a Uribe y preguntarle que hacer.

—Bueno, Rafael Martínez me apoyó, y su apoyo representa la voluntad del pueblo, al fin de cuentas es el actual Gobernador—concluyó Caicedo.

Martínez, por supuesto, asintió fervorosamente.

Pero entonces, como un trueno, se escuchó la voz de la Casa. Esa voz sin rostro, sin cuerpo, la única autoridad incuestionable en ese circo de egos. El jefe de la casa estudio.

—Por retener los alimentos de la Casa sin justificación alguna, Carlos Caicedo deberá lavar los baños durante una semana.

El escándalo fue instantáneo.

—¡Esto es persecución! —protestó Martínez—. Los enemigos del cambio nos quieren humillar.

—Y Rafael Martínez, por haber sido cómplice del mal manejo de los recursos, se encargará de la lavandería.

El silencio se apoderó de la sala.

—Ah, y para que quede claro: esta semana solo quedan frijoles en la despensa.

El Mono Martínez estalló en carcajadas.

—¡Jajajaja! Caicedo, el administrador supremo, lavando baños mientras la casa sobrevive a punta de frijoles. ¡Esto es arte!

Los demás intentaron contener la risa. Incluso Patricia Caicedo dejó escapar una media sonrisa.

Caicedo, sin perder la compostura, sentenció:

—Esto es una muestra de la persecución que he sufrido toda mi vida.

Pero la Casa ya había hablado.

Mientras Caicedo se dirigía resignado hacia los baños con un cepillo en la mano y Martínez recogía la ropa sucia de todos, los demás comenzaron a prepararse para la próxima gran batalla: la primer prueba de eliminación se acercaba. Y esta vez, todos estaban listos para la guerra.

VER: Bienvenidos a la Casa de los Políticos

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la Casa de los Políticos

En un experimento nunca antes visto, hemos reunido a la fauna política del Magdalena en una sola casa, con cámaras 24/7 y un único objetivo: que el público decida quién es el Político del Siglo. Aquí no se gana por administrar bien, por tener ideas innovadoras o por servir a la gente. No. Aquí se gana con lo que realmente importa en la política: alianzas, traiciones, retórica vacía y la capacidad de lavarse las manos con la elegancia de un prestidigitador.

Desde la primera noche, la Casa de los Políticos fue una explosión de egos. Carlos Caicedo, con su aura mesiánica, tomó el control de inmediato. Mientras él hablaba de la persecución de los clanes y de cómo los de antes tienen la culpa de todo, Rafael Martínez asentía con fervor religioso, como si cada palabra de su líder fuera una revelación divina. Patricia Caicedo, en cambio, se limitó a observar, midiendo el momento justo para lanzarse al poder sin la sombra de su hermano.

El Nene Pérez, con su sonrisa de bacán y su don de palabra, se dedicó a socializar con todos, vendiendo pactos de conveniencia con una diplomacia que haría sonrojar a Kissinger. Franklin Lozano, con su eterna falta de carisma, intentó sumarse a los grupos de poder, pero su incapacidad de generar entusiasmo lo dejó flotando en el limbo político. Mallath Martínez, en cambio, se perdió en la multitud, como si ya estuviera acostumbrada a la irrelevancia.

Mientras tanto, Honorio Pinedo hizo lo que mejor sabe hacer: nada. Su estrategia era esperar que alguien más hiciera el trabajo por él, como ha hecho toda su carrera. Y el Mono Martínez… bueno, el Mono se dedicó a incendiar la casa, no literal, pero sí políticamente. Su primer acto fue reírse en la cara de Caicedo y llamarlo “el Bolívar de papel”. Desde ahí, todo fue caos.

Las primeras pruebas fueron simples: debatir sobre quién era el político más perseguido, quién tenía la mejor excusa para no haber hecho nada en el poder y quién podía mantener una promesa de campaña por más de 24 horas sin contradecirse. Hubo un empate técnico en todas.

Pero lo mejor estaba por venir.

VER: Edgar Jafet Hernández Murcia

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¡Hasta pronto, Universidad del Magdalena!

Después de dos años trabajando como asesor del despacho en la Universidad del Magdalena, es momento de cerrar este capítulo y decir hasta pronto. Regresar a la institución donde me formé como profesional ha sido un privilegio inmenso. Este tiempo no solo ha sido una experiencia de aprendizaje, sino también una oportunidad para reafirmar mi profundo sentido de pertenencia por mi segunda casa.

Durante este periodo, bajo el liderazgo visionario del rector Pablo Vera Salazar, la Universidad ha logrado consolidarse como un referente académico y social, enfrentando con valentía los ataques malintencionados de quienes no conciben el progreso por fuera de sus intereses. La fortaleza institucional y el compromiso colectivo han sido clave para superar estos retos y seguir avanzando en la transformación de vidas a través de la educación.

Uno de los hitos que más orgullo me genera es el trabajo en la actualización y modernización de las normas internas. Hoy, la Universidad del Magdalena cuenta con un sistema de extensión renovado y un nuevo Estatuto General que introduce más de 170 cambios significativos, entre ellos, el reconocimiento del derecho a la educación superior como un derecho fundamental, único en Colombia. A esto se suma la expedición del nuevo Estatuto Docente y la inminente aprobación del Estatuto Estudiantil, normas que reflejan preceptos modernos y avanzados para regular la realidad de nuestra comunidad universitaria.

Estos logros no habrían sido posibles sin la orientación del rector y el trabajo de un equipo comprometido con la excelencia y el progreso. Ser parte de este proceso, aportar mi conocimiento y esfuerzo para seguir posicionando a la Universidad del Magdalena como referente, ha sido un honor que atesoraré siempre.

Agradezco profundamente al rector Pablo Vera Salazar y a todos mis compañeros de la Rectoría por su apoyo, enseñanzas y camaradería. Me llevo conmigo no solo un cúmulo de aprendizajes, sino también el orgullo de haber contribuido, desde mi rol, a construir una mejor Universidad.

Hoy me despido, pero mi compromiso con la institución y su misión de transformar vidas a través de la educación permanece intacto. Gracias, Universidad del Magdalena, por darme la oportunidad de aportar desde el lugar que me formó y que siempre será mi hogar.

¡Hasta pronto!

VER: Edgar Jafet Hernández Murcia

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La alcaldía de Cali promueve con programas gratuitos el deporte y la recreación.

La alcaldía de Cali promueve con programas gratuitos el deporte y la recreación.

Los caleños cuentan con programas gratuitos de deporte, actividad física y recreación diseñados para para todos los grupos poblacionales que habitan en las 22 comunas y los 15 corregimientos de Cali.

Las actividades desarrolladas a lo largo y ancho de la ciudad, brindándole a los caleños la oportunidad de ocupar sanamente su tiempo libre, de transformar sus vidas implementando hábitos y estilos de vida saludables y de progresar al encontrar bienestar a través del deporte y la recreación.

Algunos programas de la Alcaldía de Cali son:

  • Deporvida es un programa de iniciación y formación deportiva para niños, niñas, adolescentes y jóvenes. Buscamos estimular y desarrollar el aprovechamiento del tiempo libre a través de la práctica deportiva como medio de construcción de tejido social en la niñez, adolescencia y juventud.
  • Deporte al barrio, es el programa que se encargada de socializar y promocionar la oferta de la Secretaría del Deporte y la Recreación de Santiago de Cali, con el apoyo de gestores deportivos.
  • Desafío élite es un programa estratégico que cuenta con dos líneas direccionadas hacia la preparación de deportistas, con miras a los altos logros deportivos y, el apoyo a clubes, estas líneas tienen como nombre; Cali élite y Desafio élite.
  • Deporte Escolar y Universitario es un programa enfocado en el mejoramiento de la oferta de educación física, deporte y recreación en el sistema educativo, en todos los niveles del Distrito de Santiago de Cali, a través de tres líneas de acción.
  • Vértigo es un programa que fomenta la práctica de los deportes urbanos en el Distrito de Santiago de Cali, contribuye al buen uso del tiempo libre de los jóvenes, a través de espacios seguros y el aprendizaje de las nuevas tendencias deportivas.
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