Home Magdalena El ferry zarpa entre Remolino y Palmar de Varela y el  Magdalena ni se entera

El ferry zarpa entre Remolino y Palmar de Varela y el  Magdalena ni se entera

por Álvaro Quintana Mendoza
El ferry zarpa entre Remolino y Palmar de Varela y el  Magdalena ni se entera

Una nueva ruta fluvial entre Remolino y Palmar de Varela promete desarrollo, integración y futuro para los pueblos ribereños. Mientras el Atlántico celebra con presencia institucional en el Magdalena reina el silencio oficial.

A veces el progreso llega en silencio a donde más se necesita, y nadie lo celebra. Esta semana, una nueva ruta fluvial que une a Remolino, Magdalena, con Palmar de Varela, Atlántico, comenzó a operar oficialmente.

Sin embargo, lo que debería haber sido un motivo de orgullo Caribe, una apuesta conjunta por la integración regional, terminó siendo una fiesta de un solo lado, mientras en el Atlántico hubo discurso, gobernación presente, cámaras y visión de futuro, en el Magdalena apenas se sintió un murmullo.

En Palmar de Varela se habló de conectividad, de economía, de turismo, de dignidad para las comunidades ribereñas, pero para entender mejor asistió el gobernador Eduardo Verano De la Rosa, haciendo el primer recorrido en ferry, saludando a los habitantes y dejando claro que su administración tiene una hoja de ruta clara para el desarrollo de la región, pero del otro lado del río, donde también empieza la ruta, el gobernador del Magdalena, Rafael Martínez, no apareció, no comentó, ni siquiera publicó una foto.

Y eso duele para los magdalenenses, porque este no es cualquier proyecto, ya que es una nueva posibilidad de conexión entre dos departamentos históricamente cercanos, aunque políticamente distantes.

Es una ruta que acorta más de 40 kilómetros de trayecto por carretera, que puede dinamizar el comercio, el turismo y la movilidad de cientos de personas que dependen de cruzar el río para trabajar, vender sus productos o ir al médico.

El ferry para Magdalena

Para municipios como Fundación, El Retén, Pivijay o el mismo Remolino, esta ruta fluvial representa mucho más que un ahorro en tiempo, es la posibilidad de integrarse de forma más directa con la economía del Atlántico, especialmente con Barranquilla, pero mientras en ese departamento ya hablan de planes turísticos y obras complementarias, en el Magdalena no hay ni promesas ni presencia institucional.

El único que apareció fue el alcalde de Remolino, José David Escorcia, quien sí entendió el valor del momento, subió al ferry, habló de turismo, agradeció a quienes sí creyeron en el proyecto y se comprometió con impulsar nuevas gestiones, hizo lo que debería estar haciendo un gobernador: liderar, estar con su gente, mostrar que lo que pasa en los municipios también importa en el despacho departamental.

La obra no es perfecta, aún es provisional y necesita ajustes logísticos, pero ya está operando, la embarcación tiene capacidad para 3.500 toneladas y se espera que en los próximos días llegue el ferry definitivo.

En el Magdalena, en cambio, pareciera que aún se sigue esperando que todo llegue por sí solo, que los problemas se resuelvan desde Bogotá o que los municipios saquen adelante los proyectos sin ayuda. El ferry no salió de la Gobernación del Magdalena, pues no hubo propuesta, ni estrategia de conexión, ni presencia institucional en la puesta en marcha. Todo lo lideró el Atlántico.

Y eso genera preguntas legítimas. ¿Por qué una obra que nace en suelo magdalenense no se celebra desde allí? ¿Por qué se dejó en manos de otro departamento el protagonismo de una obra que beneficia a ambos? ¿Por qué el gobierno departamental actúa como un invitado, cuando debería ser anfitrión?

En una región con tantas necesidades y tantos años de abandono, cualquier oportunidad de conexión debe tomarse con fuerza, no se puede seguir ignorando el potencial del río como vía de desarrollo. Las comunidades ribereñas del Magdalena llevan décadas esperando una señal de integración, y ahora que la tienen, ni siquiera hubo alguien que se parara a decir “esto también es nuestro”.

Mientras tanto, en el Atlántico ya planean el Puente de la Hermandad, una obra de gran escala que promete consolidar la conectividad entre ambas orillas. Si ese proyecto se concreta, ¿también lo celebrarán solos? ¿El Magdalena volverá a llegar tarde?

La historia de esta región ha estado marcada por desigualdades, por silencios que duelen y por oportunidades que se escapan. Pero esta vez no tiene por qué repetirse. El ferry ya está navegando. Ahora toca que quienes deben liderar se suban a bordo, acompañen a sus comunidades y entiendan que el progreso no espera.

El río Magdalena sigue corriendo, con o sin aplausos. Lo que no debería seguir corriendo es el tiempo sin que el Magdalena despierte. Porque la integración no se decreta, se construye, se acompaña, se vive. Y en esta ruta nueva, aunque empiece en casa, parece que el departamento apenas se enteró que existe.

Finalmente, después, no vengan a quejarse cuando en Remolino —cansados del abandono, del olvido, de la indiferencia— empiece a surgir un debate serio sobre a qué departamento quieren pertenecer, porque mientras unos gobiernan con distancia, otros lo hacen con sentido de pertenencia y ese afecto, ese compromiso, también pesa cuando el pueblo empieza a pensar en su futuro.

VER: Salamineros piden inmediata reubicación del puerto del ferry

Te podría interesar