Cuando salió Electricaribe de la costa, muchos esperaban que la nueva empresa fuera la solución a todos sus problemas, pero la cura fue peor que la enfermedad.
Un servicio energía de mala calidad que desata la desesperación de cualquiera, sin ventilación en un clima tan caluroso, con alimentos que se dañan por la falta de refrigeración, clases virtuales que no se pueden realizar o electrodoméstico que se estropean por los bajones de energía.
Son estas situaciones las que actualmente siguen creando un descontento en la sociedad samaria que en ocasiones derivan en protestas sectorizadas por la falta de energía.
Ahora bien, como si se tratase de un mesías y luego del clamor general, millones de personas celebraron el reemplazo de Electricaribe por la nueva empresa Air-e.
Mediáticamente a nivel nacional esta noticia se presentó como un gran triunfo sin precedentes; por fin dejaba de existir aquella empresa tan odiada en el imaginario colectivo de la costa.
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LA CURA PEOR QUE LA ENFERMEDAD
La lógica apuntaba a que cualquiera empresa que remplazara a Electricaribe sería mejor, era difícil pensar que llegaría una nueva operadora con igual o peor desempeño que la anterior.
La solución no llegó de la noche a la mañana, además del cambio de nombre y logo, el esquema y práctica de la empresa parecían las mismas.
Los postes continúan repletos de marañas, los transformadores se ven por cualquier lado botando chispas y basta con una fuerte brisa o lluvias para que las interrupciones en el fluido eléctrico sigan siendo el pan de cada día.
El reemplazo de la empresa no bastará para poner fin a tan mal servicio, son necesarios los cambios estructurales basados en una planificación real y una inversión de los recursos destinados para dicho objetivo. Con las respectivas correcciones, se logrará al fin dignificar la vida de millones de personas que pagan el servicio eléctrico.
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