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Raúl Botero y la ganadería solidaria que siembra futuro en el Magdalena

por Álvaro Quintana Mendoza
En Santa Bárbara de Pinto, Raúl Botero Botero, un productor rural cambió las reglas de juego: entregó solares a mujeres cabeza de hogar y novillas a familias campesinas, sembrando un modelo distinto de desarrollo.

En Santa Bárbara de Pinto, Raúl Botero, un productor rural cambió las reglas de juego: entregó solares a mujeres cabeza de hogar y novillas a familias campesinas, sembrando un modelo distinto de desarrollo.

En Santa Bárbara de Pinto, pueblo ribereño del Magdalena, las mujeres cabeza de hogar recibieron una noticia que nunca imaginaron: 125 solares repartidos en pleno centro del pueblo. El autor de este gesto fue Raúl Botero, un ganadero conocido por su trabajo en la región, que esta vez no habló de negocios ni de producción, sino de oportunidades para quienes más las necesitan.

A cada beneficiaria le correspondió un lote de 200 metros cuadrados, terreno suficiente para pensar en una casa propia y dejar atrás la incertidumbre de vivir arrendada o dependiendo de favores. “Cuídenlos como una reliquia”, les pidió Raúl Botero al momento de la entrega, consciente de que esos solares podían convertirse en la semilla de un patrimonio para las familias.

El proyecto no se quedó en la simple entrega. Con apoyo de la Alcaldía y la Secretaría de Planeación, comenzó un proceso de legalización que permitirá que cada mujer tenga escrituras individuales. Para muchas, será la primera vez que su nombre aparezca como propietaria de un terreno.

Una finca que se transforma en hogar

Al mismo tiempo, en la finca Yajaira, donde hace poco fueron reubicadas 60 familias campesinas por gestión de la Agencia Nacional de Tierras, ocurrió la segunda parte de esta historia. Allí, Botero entregó una novilla lechera a cada hogar.

No eran animales escogidos al azar. Se trataba de ejemplares de buena genética, adaptados al clima del Magdalena, capaces de dar leche en veranos largos y resistir los inviernos de la región. “Es la leche para los niños y el sustento de los campesinos”, explicó el ganadero, convencido de que una vaca puede convertirse en motor económico y garantía de alimento.

La regla es clara: las novillas no podrán venderse. La idea es que crezcan, produzcan y se conviertan en el centro de un pequeño proyecto productivo en cada familia.

Rompiendo esquemas

El gesto de Botero contrasta con la imagen tradicional del ganadero distante. Su mensaje es directo: “Los ganaderos debemos ser amigos de los campesinos. Nosotros también somos campesinos”. Con esa frase resumió la esencia de su iniciativa, un modelo de ganadería solidaria que busca acercar a quienes producen en grande con quienes luchan a diario por sacar adelante una parcela.

Lejos de un acto protocolario, la entrega de solares y novillas fue un recordatorio de que la tierra y el ganado también pueden ser herramientas de transformación social.

El impacto en la comunidad

En Santa Bárbara de Pinto, las reacciones no se hicieron esperar. Las mujeres celebraron la posibilidad de pensar en un techo propio, los campesinos recibieron sus novillas como un nuevo inicio y las autoridades locales resaltaron que se trataba de un ejemplo a replicar en otras zonas del país.

En medio de los testimonios, hubo coincidencia en algo: el gesto de Botero abrió un camino diferente para entender la relación entre ganadería y comunidad.

La satisfacción de dar

Quizás lo más llamativo es que el propio Raúl Botero confesó sentirse más feliz que los beneficiarios. Para él, esta experiencia dejó una huella no solo en la comunidad, sino también en su vida personal. Habla de una alegría que va más allá de lo material, como si cada solar y cada novilla fueran también un regalo para su propia familia.

“Cuando uno empieza a consolidar un sueño, Dios se manifiesta en nuestra vida”, expresó con sencillez, convencido de que la generosidad multiplica.

Raúl Botero y su modelo para replicar

Lo ocurrido en Santa Bárbara de Pinto no fue un evento aislado. La acción de Raúl Botero plantea una ruta distinta: empresarios rurales que, además de producir, invierten en la gente que vive y trabaja alrededor. En un departamento marcado por desigualdades, ese gesto abre la posibilidad de pensar en una cultura rural basada en la solidaridad.

Queda ahora el desafío de que otros ganaderos y empresarios del campo se animen a seguir este camino. Porque más allá de cifras y balances, un solar o una vaca pueden significar la diferencia entre la pobreza y la dignidad para una familia campesina.

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