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Unimagdalena asume el reto de rescatar el Parque de los Novios

por Álvaro Quintana Mendoza
Unimagdalena asume el reto de rescatar el Parque de los Novios

La adopción del emblemático Parque de los Novios no es solo un gesto simbólico, sino una apuesta profunda por la memoria.

Cuando una ciudad cumple 500 años, lo mínimo que merece es un ejercicio serio de memoria, respeto y proyección. Santa Marta, la ciudad más antigua de Colombia y una de las primeras fundadas por los europeos en América del Sur, enfrenta este aniversario en medio de desafíos históricos y estructurales, donde su centro histórico, lleno de riqueza cultural, se debate entre la desidia, el olvido y las ganas de volver a brillar. En ese contexto, la Universidad del Magdalena ha dado un paso adelante: no con discursos, sino con acción concreta.

El anuncio de la adopción del Parque Santander —más conocido como Parque de los Novios— por parte de Unimagdalena, no debe leerse como una simple jornada de embellecimiento. Este acto, impulsado por el rector Pablo Vera Salazar, forma parte de una visión más amplia: una que busca revitalizar, no solo el espacio público, sino la relación de los samarios con su historia y con los símbolos que componen la identidad local.

El Parque de los Novios como símbolo de lo que fuimos… y podemos volver a ser

El Parque de los Novios ha sido por décadas un punto de encuentro social y cultural. Su nombre ya forma parte del ADN de la ciudad. Allí se cruzan generaciones, ritmos caribeños, turistas curiosos y memorias cotidianas. Sin embargo, su estado actual, en varios momentos de los últimos años, ha oscilado entre el deterioro y la indiferencia institucional. La adopción por parte de la universidad representa entonces más que pintura y escobas: es una declaración política y cultural.

La primera jornada de intervención incluyó limpieza, retoques de pintura, restauración de esculturas y siembra de un árbol, que se erige como símbolo del compromiso. Pero también fue espacio para la sensibilización ciudadana y para la presentación de muestras culturales. Porque lo que se quiere rescatar aquí no es solo infraestructura, sino espíritu.

Cultura viva: más que cemento y pintura

El rector Pablo Vera ha sido claro en que esta iniciativa no se limita a una única jornada. Lo que se proyecta es un calendario constante de actividades culturales: tardes de cuenteros, recitales de poesía, retiros musicales, y otras expresiones que devuelvan la vida al parque. Es una apuesta coherente con la visión de una universidad que, más allá de las aulas, quiere ser protagonista del desarrollo humano y patrimonial del territorio.

El Centro Histórico de Santa Marta es, en palabras del mismo rector, un “laboratorio vivo” para programas académicos como Historia y Patrimonio, y Cine y Audiovisuales. Esto plantea un interesante cruce entre lo académico y lo práctico, donde los estudiantes pueden formarse mientras ayudan a transformar su ciudad. Es el conocimiento puesto al servicio del entorno.

Una ciudad que se piensa desde el público

Santa Marta no necesita más monumentos olvidados ni plazas deterioradas. Necesita apropiación colectiva. En este caso, Unimagdalena no solo se está apropiando del parque, está invitando a todos los actores —institucionales, comerciales y comunitarios— a sentirlo suyo.

La Corporación Centro Histórico, la Policía, el Ejército, los Bomberos y colectivos estudiantiles se sumaron a esta primera jornada. El mensaje fue claro: esto es tarea de todos. Diana Giraldo, directora de la Corporación, lo expresó con contundencia: contar con la Universidad como “padrino” del parque, justo en el marco de los 500 años, marca una diferencia. Y así debe ser. Las universidades públicas no están solo para emitir títulos: están para transformar realidades.

El comerciante Juan Carlos López, dueño del Marley Bar, lo dijo sin rodeos: «Me encantó. Fascinante. Van a hacer unos cambios impresionantes». Esa es la lectura ciudadana que se espera: que el parque no vuelva a caer, que esta adopción sea duradera y no cosmética.

¿Y ahora qué sigue?

La sostenibilidad de la intervención será clave. Las mejores intenciones mueren si no hay seguimiento ni recursos. Pero en este caso, hay razones para tener esperanza. Unimagdalena ha demostrado en otros frentes que tiene la capacidad de mantener procesos. Lo importante será que esta apropiación no se entienda como una solución total ni exclusiva, sino como un ejemplo inspirador que contagia a otros.

Adoptar un parque, sobre todo uno tan simbólico, es adoptar una parte del alma de la ciudad. Y en este caso, hacerlo en el contexto de los 500 años es darle a Santa Marta un regalo que no es material, sino profundamente simbólico: el de volver a reconocerse, reconciliarse con su memoria y creer en su potencial.

En tiempos donde muchos celebran sin cuestionar, esta acción de Unimagdalena llega como una celebración consciente, crítica y participativa. No hay mejor forma de homenajear una ciudad que rescatando los lugares donde sucede la vida.

VER: unimagdalena-inscripciones-2024

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