Las elecciones atípicas del Magdalena se acercan a su desenlace. Cuatro candidatos buscan gobernar un departamento marcado por la división política, la desconfianza ciudadana y el desgaste del caicedismo.
Solo restan diez días para que los magdalenenses regresen a las urnas y definan quién ocupará el cargo de gobernador hasta 2027. Estas votaciones, que se realizarán el 23 de noviembre, son el resultado de un fallo del Consejo de Estado que anuló la elección de Rafael Martínez por incurrir en doble militancia, al haber apoyado públicamente a candidatos de otro partido distinto al que le otorgó el aval. La decisión obligó a convocar comicios atípicos en un momento en que el departamento arrastra un clima de desconfianza, desencanto político y fractura institucional.
Los candidatos en contienda son Rafael Noya García, Margarita Guerra Zúñiga, Miguel Martínez Olano y Luis Santana Galeth, cuatro figuras con perfiles, estilos y apuestas diferentes, pero con un mismo propósito: disputar el poder que durante más de una década ha estado bajo la influencia de Carlos Caicedo y su movimiento Fuerza Ciudadana.
El panorama político no podría ser más complejo. En un lado está la aspirante del oficialismo, Margarita Guerra, quien representa la continuidad del modelo caicedista que ha dominado tanto la Gobernación como la Alcaldía de Santa Marta. En el otro extremo aparece Rafael Noya, quien ha construido una campaña centrada en la gestión técnica, la transparencia y la reconstrucción de la relación entre la Gobernación y los alcaldes municipales, fracturada durante los últimos años.
Entre ambos, se mueven Miguel Martínez y Luis Santana, candidatos de discurso moderado que intentan abrirse paso en medio de una contienda dominada por dos grandes polos de poder. Sus propuestas se enfocan en soluciones locales y en la necesidad de devolverle al departamento una administración con diálogo, ejecución y resultados.
Una elección nacida del desgaste
La anulación de la elección de Rafael Martínez significó un golpe político directo para Fuerza Ciudadana, el movimiento fundado por Caicedo, que había logrado mantener el control del departamento y de la capital desde 2012. La salida forzada del exgobernador no solo reabrió la competencia por el poder regional, sino que también dejó en evidencia las tensiones internas del movimiento y el cansancio de buena parte del electorado frente a un modelo que prometió transformar al Magdalena, pero que hoy enfrenta críticas por la falta de ejecución, los conflictos institucionales y la ausencia de resultados visibles en sectores como el agua, la salud y la infraestructura vial.
Las elecciones del 23 de noviembre, por tanto, se convirtieron en un plebiscito político sobre la gestión de Caicedo y su influencia en el futuro del departamento. Margarita Guerra busca capitalizar esa estructura y heredar el voto caicedista. Su discurso gira en torno a la “continuidad de los proyectos en marcha” y la defensa de la “transformación social” que dice encabezar el movimiento naranja. Sin embargo, su campaña no ha logrado generar entusiasmo en amplios sectores, más allá de la base leal al caicedismo. Su estrategia se ha centrado en recorrer municipios y recordar obras inconclusas que promete terminar, aunque sin presentar un plan concreto que conecte con las urgencias actuales de la población.
Noya: el discurso técnico que ganó terreno
Rafael Noya, en cambio, ha logrado posicionarse como el candidato con mayor coherencia programática. Ingeniero civil y con trayectoria en la gestión pública, Noya ha propuesto destinar 150 mil millones de pesos para resolver la crisis del agua en Santa Marta, además de impulsar la construcción de hospitales, vías y la reactivación económica mediante proyectos de confianza entre la Gobernación y los municipios.
Su discurso ha calado entre sectores empresariales, dirigentes locales y ciudadanos que perciben que el Magdalena necesita un viraje hacia una administración que recupere la capacidad de ejecución. A diferencia de otros aspirantes, Noya ha preferido evitar ataques personales y concentrarse en presentar cifras, diagnósticos y propuestas, algo poco común en la política regional. En los últimos días, ha sumado apoyos de movimientos independientes y de exdirigentes tradicionales que ven en él una opción viable de gobernabilidad.
Las otras cartas: Martínez y Santana
Miguel Martínez Olano, con experiencia en el sector educativo, ha insistido en la importancia de mejorar la calidad de la enseñanza y abrir espacios de diálogo con los jóvenes. Su campaña, de bajo perfil mediático, intenta posicionarse desde la cercanía con las comunidades rurales y la idea de un liderazgo sin ataduras partidistas. Aunque sus posibilidades son menores, su presencia ha contribuido a diversificar el debate, sobre todo en zonas del centro y sur del departamento.
Por su parte, Luis Santana Galeth ha apostado por un mensaje ciudadano centrado en el empleo, la seguridad y la participación social. Su propuesta de convocar a un debate público entre todos los candidatos, apoyado por universidades y medios de comunicación, generó expectativa. Sin embargo, la convocatoria aún no se ha concretado en un gran evento de impacto departamental.
El pulso del poder
A medida que se acerca la fecha electoral, el ambiente político se recalienta. En los municipios del sur, el control territorial y las alianzas locales juegan un papel determinante. Allí, el caicedismo conserva influencia a través de líderes comunitarios y contratistas, mientras que Noya y otros candidatos buscan quebrar esa hegemonía con estrategias de presencia y comunicación directa.
El reto principal para todos será movilizar votantes en un escenario de abstención crónica: en las últimas elecciones, más del 50% del censo electoral no acudió a las urnas. Si esa tendencia se mantiene, la estructura que logre llevar más electores el día de los comicios podría inclinar la balanza.
En los corrillos políticos se habla de dos escenarios posibles. El primero, una victoria ajustada de Margarita Guerra, respaldada por la maquinaria naranja y la fidelidad de la base caicedista. El segundo, un triunfo de Rafael Noya, impulsado por el voto de opinión, el apoyo de sectores privados y la fatiga ciudadana frente a los escándalos y la confrontación permanente del actual gobierno departamental con los alcaldes.
Miguel Martínez y Luis Santana podrían desempeñar un papel decisivo si logran atraer votos de centro que restarían margen a los extremos.
Una campaña sin respiro
La recta final promete intensificarse. Los recorridos por municipios, los cierres de campaña y las alianzas de última hora marcarán la dinámica de estos diez días. En redes sociales, las estrategias también se endurecen: mensajes de contraste, videos emotivos y la búsqueda del voto joven son la prioridad.
La Registraduría prepara un dispositivo especial para garantizar la transparencia del proceso, mientras la Misión de Observación Electoral advierte sobre riesgos de compra de votos y desinformación digital.
Más allá del resultado, el Magdalena enfrenta una decisión crucial. El próximo gobernador tendrá que gobernar un territorio con profundas divisiones políticas, altos índices de pobreza y una ciudadanía cansada de promesas incumplidas.
El agua, la salud, la infraestructura y la reconciliación institucional serán los temas que definan no solo la agenda de gobierno, sino también el futuro político de una región que, por primera vez en muchos años, parece dispuesta a revisar quién ejerce realmente el poder.