Portada Portada Noche de velitas: entre tradición, devoción y parranda costeña

Noche de velitas: entre tradición, devoción y parranda costeña

Por Álvaro Quintana Mendoza
En Santa Marta y la Costa Caribe, la noche de velitas se mezcla con música, sabores típicos y alegría desbordada, creando una experiencia única.

En Santa Marta y la Costa Caribe, la noche de velitas se mezcla con música, sabores típicos y alegría desbordada, creando una experiencia única.

Cuando llega diciembre, Colombia entra en modo celebración. Pero hay una fecha que inaugura oficialmente la temporada navideña: el 7 de diciembre, el Día de las Velitas . Aunque su origen es religioso, esta tradición ha evolucionado para ser un momento de unión, alegría y cultura que toma matices distintos en cada región. Y si hay un lugar donde la noche de las velitas tiene un toque especial, es en la Costa Caribe, especialmente en Santa Marta , donde las tradiciones se mezclan con el sabor y la música costeña.

Un origen celestial iluminado por velas

La tradición del Día de las Velitas tiene sus raíces en el dogma de la Inmaculada Concepción , proclamado por el Papa Pío IX en 1854. Los creyentes, emocionados por este anuncio, comenzaron a encender velas como símbolo de devoción a la Virgen María. Con el tiempo, esta práctica se convirtió en una festividad nacional que, aunque mantiene un trasfondo religioso, se ha adaptado a la cultura y costumbres de cada rincón de Colombia.

En la noche del 7 de diciembre, las familias colocando velas y faroles frente a sus casas, creando un camino de luz que simboliza esperanza y fe. Aunque el significado original se conserva en muchos hogares, la celebración ha tomado un aire más festivo y social. Es un momento de encuentro, de disfrutar en familia, y, por supuesto, de prender la chispa de la Navidad.

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En la Costa Caribe: faroles, música y ron

En Santa Marta y otras ciudades de la Costa Caribe, el Día de las Velitas no es solo una noche para encender velas, es una excusa perfecta para armar una fiesta . Aquí, la tradición se vive con un toque caribeño: las velas no se limitan a iluminar las calles, sino que compiten con las luces de las parrillas donde se asan todo tipo de alimentos propios de la región caribe.

Las familias se reúnen en los patios o terrazas para encender sus velas, pero en lugar del silencio contemplativo que podría esperarse, la música de acordeón se apodera del ambiente. En Santa Marta, el vallenato clásico y los tambores del porro crean una banda sonora inconfundible. Es común ver a los vecinos compartiendo, mientras los niños juegan al son de la música estridente y los faroles iluminados.

En barrios emblemáticos como Pescaíto o Mamatoco, las velas se acompañan de procesiones improvisadas donde la comunidad canta sonoras y muy alegres canciones al ritmo de tamboras o los llamados ‘Picó’ –grandes amplificaciones-. La festividad tiene un aire de carnaval, con luces parpadeantes, risas y ese calor humano que caracteriza a la región.

Noche de velitas: La tradición en el corazón de los samarios.

En Santa Marta, las tradiciones tienen un peso especial. Muchas familias, además de encender velas, colocan pequeños altares con imágenes de la Virgen María, decorados con flores tropicales y frutas locales. La noche se convierte en una mezcla de lo espiritual y lo festivo.

Más allá de las velas: una tradición que nos une

El Día de las Velitas no es solo un evento religioso o cultural, es un símbolo de lo que significa ser colombiano: la capacidad de unirnos alrededor de la tradición, de celebrar la vida y de iluminar nuestras noches, no solo con velas, sino con esperanza.

En Santa Marta y la Costa Caribe, esta celebración adquiere una dimensión especial, porque no importa cuántas generaciones pasen, la esencia permanece: familias reunidas, niños jugando, vecinos compartiendo y el inconfundible sabor de una tierra que celebra todo con alegría y música.

Así, entre risas, vallenatos, ron y luces parpadeantes, el Día de las Velitas nos recuerda que siempre hay motivos para celebrar, especialmente si lo hacemos juntos. Y aunque el fuego de las velas se apaga al final de la noche, el espíritu de esta tradición sigue brillando en nuestros corazones.

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