La elección atípica del 23 de noviembre destapó la tormenta interna más fuerte del Pacto Histórico en el Magdalena. La dirigencia nacional exige votar por Rafael Noya, mientras la estructura local, comandada por Patricia Caicedo, impulsa a Margarita Guerra.
La crisis del Pacto Histórico en el Magdalena no es un rumor, tampoco un ‘forcejeo’ menor. Es un desorden visible, profundo y sostenido por dos estructuras que ya no intentan ocultar su choque y las rupturas de poder. La contienda del 23 de noviembre a la Gobernación del Magdalena dejó al descubierto que el movimiento está dividido entre una directiva nacional empeñada en imponer a Rafael Noya y un bloque territorial alineado con Margarita Guerra. Lo que antes se manejaba en las sombras hoy estalló como un enfrentamiento abierto entre Bogotá y Santa Marta.
Desde la cúpula del Pacto Histórico Nacional, figuras como Armando Benedetti y Eduardo Noriega de la Hoz empujaron la decisión de apoyar a Noya. Ambos llevan tiempo distanciados del caicedismo y en especial de la relación de Carlos Caicedo con el presidente Gustavo Petro. Esa ruptura los llevó a sellar una apuesta que, lejos de unificar al movimiento, alimentó la inconformidad de las bases en el Magdalena.
La candidatura de Noya: un respaldo que sorprende
El nombre de Rafael Noya detonó el conflicto. Su inscripción con apoyo de Cambio Radical, colectividad que se declaró en oposición al Gobierno, irrumpió en el Pacto como una contradicción difícil de explicar, pues Cambio Radical lo avaló. El alcalde Carlos Pinedo Cuello, cuyas raíces políticas están en ese mismo sector, también lo respalda. A esto se sumaron voces del Partido Conservador y el apoyo indirecto del Centro Democrático bajo la influencia de Juan Carlos Dávila Abondano.
El dibujo político de Noya es evidente: está sostenido por toda la arquitectura de la derecha tradicional del Magdalena. Lo inesperado es que, pese a esa configuración, recibió el apoyo directo de la dirección nacional del Pacto. Para la militancia, esta mezcla levantó sospechas. ¿Cómo encaja un candidato acompañado por partidos que se han declarado adversarios del Gobierno dentro de una coalición que nació para enfrentarlos?
El respaldo nacional se justificó como una decisión estratégica. Sin embargo, en la práctica, lo que hizo fue profundizar las tensiones dentro del movimiento. Las bases departamentales sienten que se les impuso un nombre ajeno, sin consulta y rodeado de viejos liderazgos que históricamente han sido adversarios. Con esa decisión, la dirigencia nacional abrió un flanco que hoy no logra cerrar.
Patricia Caicedo reorganiza su estructura y arropa a Margarita Guerra
Mientras en Bogotá se daban órdenes, en el Magdalena se cocinaba otra estrategia. Patricia Caicedo, una de las figuras más influyentes del progresismo local, se reactivó con fuerza. La distancia pública que mantenía con su hermano Carlos Caicedo se diluyó en cuestión de semanas, toda vez que, volvió a mover su estructura uniendo a sindicatos, líderes comunitarios, organizaciones sociales y cuadros políticos que habían hecho parte del proyecto caicedista. Su apuesta fue clara: apoyar a Margarita Guerra sin acatar la línea nacional.
La escena más clara fue la rueda de prensa en la que Margarita se mostró rodeada de líderes del Polo Democrático como Diana Beleño y Héctor López. Ambos están relacionados con Damián Marañón, director de la Agencia Nacional de Tierras, entidad que, por reparto burocrático, es una extensión del poder de Patricia Caicedo.
También se hicieron presentes Anabel Zúñiga Céspedes, defensora de derechos humanos y una de las voces más activas en temas de género dentro del movimiento Nacimos Listas alineada también con Patricia Caicedo, y Yamilex Charris Polo, quien participó en la consulta interna del Pacto y ha sido asistente personal de Patricia durante años.
Ese encuentro no fue un simple acto protocolario. Fue una declaración de independencia política. Fue la señal de que la estructura territorial del Pacto en el Magdalena no obedecería a la directriz nacional. Fue, en esencia, un desafío directo.
Un movimiento en choque: dos bandos, dos agendas y un proyecto
En los días previos al 23 de noviembre, el Pacto Histórico dejó de ser una coalición con diferencias internas y se convirtió en una organización enfrentada consigo misma. Los intentos de minimizar el conflicto fracasaron y el quiebre es visible: hay una dirección nacional intentando imponer disciplina y un bloque territorial decidido a ignorarla, pero además un candidato sostenido por fuerzas que históricamente han sido adversarias del progresismo, y hay otro cuyas raíces locales son profundas pero que no cuenta con la venia del nivel central.
Este choque no solo evidencia un problema electoral. Muestra el desgaste de un proyecto que no logra procesar sus tensiones internas y que hoy reproduce las pugnas y personalismos que decía combatir. El Pacto entró en una fase en la que cada sector opera por su cuenta, cada liderazgo toma decisiones aisladas y cada bloque empuja su propia agenda.
Mientras Noya camina acompañado de la derecha departamental, Margarita aparece respaldada por las bases progresistas del Magdalena. Mientras el nivel central intenta mantener una narrativa de cohesión, el territorio expone un desorden imposible de disimular.
El Pacto llegó a las elecciones atípicas con una división que no se remedia con comunicados ni llamados a la calma. En el Magdalena, el proyecto está quebrado. No hay una sola voz, tampoco hay una sola dirección. La coalición que prometió renovación terminó atrapada en sus propias contradicciones.
Lo que viene después de esta elección no será una simple reorganización interna. Será un proceso de reconstrucción difícil, porque los daños ya están hechos y porque la disputa dejó claro que el Pacto, como está, no logra convivir con sus propias fuerzas.
Aquí, en este departamento, el movimiento se mostró tal como es cuando su estructura interna queda expuesta: dividido, desordenado y marcado por la pelea de sus propios jefes.

