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Estimada alcaldesa Virna Johnson ¿la militancia le ganó a su coherencia?

Por Jacobis Aldana
Virna Johnson celebra dia del orgullo LGBTI

Nota: Este es un espacio de opinión abierta y de participación. Las posiciones aquí presentadas son responsabilidad exclusiva de cada autor y no necesariamente representan o dirigen el curso editorial o la filosofía de codigoprensa.com


Es un viernes de pascua en la Jerusalén del primer siglo, Poncio Pilato, el perfecto de la gran provincia Romana de Judea tiene a su izquierda a un sedicioso, ladrón y homicida; a su derecha, agobiado por el peso de una gran carga, un carpintero galileo acusado por las autoridades religiosas judías de querer ser rey y oponerse a César, curiosamente sin el apoyo de ni un solo seguidor. La multitud exacerbada está esperando una sentencia por parte de quien, en ese momento, fungía como juez.

Pilato tenía amplia evidencia y convicción de la inocencia del galileo, no había ninguna falta que fuera meritoria siquiera del más mínimo azote; sin embargo, contra todo lo que pudiera esperarse de un juez, este pregunta a la multitud exacerbada —¿a quién quieren que deje en libertad y qué quieren que haga con el otro? —Danos al ladrón, —dijeron — y al otro, ¡crucifícale!

El inocente fue sentenciado a la flagelación y la cruz mientras que el culpable fue absuelto.

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Este juicio pasó a la historia como el más injusto del que jamás se tuviera registro, pero Pilato sería recordado como un pusilánime de tamaño estratosférico.

Esto es al mismo tiempo la prueba de que la voz del pueblo no siempre es la voz de Dios, que la democracia incitada por el odio es un loco con una escopeta, y que no puedes ser fiel a las convicciones individuales y agradar a la muchedumbre al mismo tiempo.

El 28 de junio no estaban un ladrón y un galileo en el banquillo de los acusados, pero si la primera mandataria de nuestra ciudad decidiendo entre la coherencia con sus convicciones y la fidelidad a su militancia política, entre la rígida e intransigente fe cristiana y el siempre dinámico progresismo, entre un arcoíris en honor al orgullo LGBTI+ o el recordatorio del trato del Dios de la biblia con Noe después del diluvio.

Ya sabemos quien ganó. El 28 de junio el palacio de gobierno de esta ciudad amaneció vestido de varios colores.

Espero que no me malentiendan; no estoy haciendo un juicio moral. No busco en este escrito hacer defensa de un sistema, aunque en efecto suscribo uno. No, la cuestión es acerca de la coherencia, esa virtud tan escasa hoy. Algunos la llaman acertadamente integridad; la capacidad para mantenerse en el tiempo sin divisiones, unido en su estructura, sin pliegues.

Todo lo que un individuo es y hace se sostiene en eso. La integridad o la coherencia es no negociar los pilares que sostiene las convicciones, bajo ninguna circunstancia. Respeto profundamente a hombres con los que no estoy de acuerdo o no compartimos las mismas ideas, pero que son capaces de mantenerse como una pieza hasta el fin de sus días. Sus juicios son siempre coherentes con sus sistema de valores, como pueden ver, esta es una virtud objetiva.

No podría confiar en el discurso neoliberal de Álvaro Uribe mientras viste una camiseta con el rostro del Che Guevara o en las promesas asistencialistas de Gustavo Petro con Milton Friedman en el pecho. No puedo confiar en quien proclama el cristianismo desde el estrado, pero luego clava el puñal a sus fundamentos culturales.

El cristianismo es una cosmovisión de filiación directa, es decir, cuando alguien se identifica públicamente con ella, carga sobre sus hombros el peso de su sistema de valor, automáticamente. Sucede casi igual con cualquier sistema religioso. No así con las filiaciones políticas o filosóficas las cuales suelen ser más indirectas y flexibles. Esa es la razón, por ejemplo, que puedes encontrar conservadores políticos y al mismo tiempo neoliberales económicos, y en realidad puedes estirarlo más en algunos casos, la política es dinámica, dicen algunos.

El punto es, la filiación al cristianismo de nuestra alcaldesa es tan pública que fue instrumento de campaña. Algunos púlpitos fueron la palestra de un discurso que promovía el empoderamiento político de la fe. Por fin, como diría el sabio Salomón, el pueblo se alegraría porque gobernaría un justo; pero como el sermón de un fariseo, no sería más que el sacro ruido de un grito que se perdería en el olvido.

Sepa usted, estimada Virna Johnson, que esta coherencia le será demandada muchas veces más tal como ahora; cuando a un lado estén las palabras del mandamiento, no robarás y al otro lado la línea larga al final de un documento con su nombre debajo para firmar un inflado contrato de adición presupuestal. Cuando a un lado pueda leerse no darás falso testimonio y al otro una declaración pública a los medios que esconde lo que algún día saldrá a la luz.

Esta coherencia le será demanda los próximos tres 28 de junio que restan, cuando de nuevo, el trapo colorido esté a un lado y al otro lado el libro negro  con cubierta de cuero y páginas de borde dorado. Cuando a un lado esté el carpintero galileo y al otro un ladrón sedicioso.

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