Santa Marta celebró sus 500 años con la Fiesta del Mar sin riñas, heridos ni homicidios: un logro de convivencia y gestión ejemplar.
Santa Marta cumplió 500 años y lo hizo con una fiesta inédita en paz, donde las multitudes vibraron sin violencia alguna. Del 23 al 29 de julio de 2025, la ciudad se vistió de fiesta por su medio milenio, y el balance fue impecable: cero riñas, cero heridos y cero homicidios relacionados con la Fiesta del Mar, según cifras oficiales de la Alcaldía y la Policía Metropolitana.
Ese dato es el testimonio de una ciudad que hiló cultura, organización y responsabilidad colectiva para celebrar su historia sin incidentes.
Seguridad y cultura ciudadana en la Fiesta del Mar
La notable ausencia de violencia en eventos que congregaron a miles —como desfiles folclóricos, conciertos en la bahía y festivales gastronómicos— no puede atribuirse solo a una gran presencia policial, detrás está el compromiso ciudadano, la cultura del respeto y el orgullo samario.
La Policía Metropolitana no registró riñas ni heridos y controló rápidamente un intento de hurto y otro altercado menor, sin que estos escalaran, además, no hubo daños a inmuebles ni establecimientos en zonas de eventos, reflejo de una ciudadanía responsable.
La confluencia de turistas y samarios no provocó tensiones: el concierto náutico del 26 de julio, con embarcaciones acompañando el Desfile de Balleneras, transcurrió sin contratiempo alguno. Los accesos a eventos, incluso al súper concierto en Los Cocos, contaron con logística efectiva. Un sistema que integró a la Policía, la administración local y los ciudadanos y fue clave para evitar cualquier situación grave.
Logística, servicios públicos y planificación integral
El éxito de esta edición de la Fiesta del Mar fue respaldado por un operativo robusto, más allá de las fuerzas de orden. Essmar desplegó un plan integral para garantizar los servicios públicos: mantenimiento del acueducto, alcantarillado preventivo, carrotanques para atención en zonas críticas, y personal operativo en tres turnos durante toda la semana festiva. Esto evitó emergencias sanitarias y contribuyó a que no se presentaran incidentes mayores en eventos multitudinarios.
La infraestructura pública tuvo presencia clave en playas, rodaderos, el centro histórico y sectores turísticos, y se combinó con campañas de pedagogía ciudadana, reforzando el mensaje de corresponsabilidad.
Ese enfoque tuvo un impacto tangible: infraestructuras, fachadas y mobiliario público permanecieron intactos pese a la alta concurrencia, lo que marca una diferencia con celebraciones pasadas.
La estabilidad durante los eventos no solo habla de una administración efectiva, sino que alcanza a proyectarse como mensaje político y cultural. En el contexto de una ciudad con deficiencias estructurales (como el acceso a agua potable y alcantarillado), y una tasa de homicidios que llegó a 34,6 por cada 100 000 habitantes en 2024, la ausencia de violencia relacionadas con la festividad adquiere valor simbólico.
La Alcaldía de Carlos Pinedo Cuello recibió reconocimiento por parte de la comunidad local al conjugar tradición, cultura y orden público. Este modelo ha sido aplaudido incluso como una “puesta en escena” de civismo en medio de retos históricos que aún persisten, como el rezago en servicios básicos y la desigualdad social.
La activación del proyecto Iberoamérica 500+, impulsado por CAF y la Segib en Santa Marta durante esta semana, refuerza el mensaje: la ciudad no solo festeja su historia, sino que apuesta por cooperación internacional, turismo sostenible, preservación patrimonial y construcción de ciudad inclusiva
El episodio es, sin duda, una muestra ejemplar de convivencia y legitimación institucional. Que una ciudad con desafíos de gobernabilidad, saneamiento básico y seguridad interior haya conseguido celebrar su aniversario número 500 sin episodios de violencia es una evidencia del poder transformador de la cultura ciudadana y la planeación interinstitucional.
La Fiesta del Mar 2025 se convierte, entonces, en una celebración sin precedentes en paz y orden, pero también en un recordatorio de que el civismo y la ciudadanía responsable pueden ser motores de imagen, turismo y desarrollo. Santa Marta no solo celebró su historia, sino que lo hizo proyectándose como un referente posible de sostenibilidad festiva y diálogo social.
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